Los católicos que marcaron el 2025
Al concluir un año más cubriendo eventos políticos y eclesiales, estos son los personajes católicos que más me han impactado
Todo fin de año invita a hacer balances. En la Iglesia, hacerlo bien exige evitar dos trampas: el servilismo y el resentimiento. En esta inevitable “lista de fin de año” trato de no caer en ninguna de las dos.
Notarán de inmediato una ausencia: el Papa Francisco. No está aquí no por desprecio ni por falta de reconocimiento, sino precisamente por lo contrario. Como Pontífice, Francisco ha sido, con luces y sombras, el católico más influyente del mundo durante más de una década. Su lugar en la historia reciente de la Iglesia ya está asegurado y no necesita competir en una lista anual.
Del mismo modo, mi lista incluye a algunos que ya no están vivos, porque el catolicismo no es prisionero del presente inmediato. Creemos y vivimos el misterio de la comunión de los santos: eso significa, en sencillo, que hay vidas cuya influencia crece después de la muerte, cuando el testimonio decanta, se purifica y fecunda.
Con esos criterios, esta es mi lista de los ocho católicos de mayor impacto en 2025
1. El Papa León XIV
Un Papa inesperado para un tiempo imprevisible
La elección de León XIV como el primer Papa nacido en Estados Unidos, rompió inercias históricas y prejuicios geopolíticos largamente arraigados en Roma. Si había un momento para NO escoger un Papa norteamericano, calculaban los “expertos”, era precisamente este año, el año dominado por Donald Trump.
Sin embargo, lo decisivo no ha sido su pasaporte, sino su trayectoria personal y eclesial.
Formado intelectualmente con rigor, con experiencia pastoral real fuera de los centros de poder y con una biografía marcada por el trabajo silencioso, el Cardenal Prevost fue promovido en los últimos días previos al cónclave como el “Francisco 2.0” y así fue promovido por sus sobones durante la fase temprana de su pontificado.
Pero desde el inicio mostró un estilo sobrio, deliberadamente no estridente, con un lenguaje preciso y una clara conciencia de los límites del poder pontificio y de sus responsabilidades. En un momento de fatiga doctrinal, polarización interna y confusión cultural, León XIV ha insistido en una Iglesia que gobierna con paciencia, enseña con claridad y no se deja arrastrar por modas ideológicas ni nostalgias paralizantes.
Los bandos que se han desgañitado para reclamarlo como propio ya están aprendiendo que León XIV es capaz de definirse por sí mismo, y no en función a su predecesor. No es un Papa de gestos grandilocuentes, sino de decisiones estratégicas, de nombramientos pensados y de un esfuerzo evidente por recomponer la unidad sin diluir la verdad.
Aunque ha tomado claras medidas para reparar muchos destrozos al interior del Vaticano, el Papa norteamericano ha evitado sistemáticamente ser utilizado por cualquier bando en contra del otro.
Y quienes han hablado privadamente con él señalan que, más que un estratega (que lo es) es un hombre con una gran libertad interior, y con la conciencia de que es necesario reconstruir la unidad de la Iglesia y la confianza en las instituciones. Es decir, hacer realidad el término desgastado de “sinodalidad”
Todo indica que no será un pontificado breve ni decorativo. Y los que amamos a la Iglesia no podemos sino rezar para pedir lo mejor para él.
2. San Carlo Acutis
El santo que evangeliza después de morir
Carlo Acutis murió en 2006, a los 15 años, víctima de una leucemia fulminante. Vivió poco, pero vivió intensamente. Nacido en Londres y criado en Italia, fue un adolescente normal en casi todo, salvo en una cosa decisiva: su amor radical por la Eucaristía.
Programador autodidacta, Carlo utilizó Internet cuando aún no era omnipresente para crear una exposición digital sobre milagros eucarísticos que hoy sigue recorriendo el mundo. No buscaba fama ni originalidad: buscaba llevar a otros a Cristo.
Su fama apareció casi furtivamente, durante los años de la pandemia, mientras medios católicos y seculares reproducían noticias aisladas de anécdotas, posibles milagros e imágenes de un joven al mismo tiempo típico de su tiempo y extraordinario.
En 2025, ya canonizado, su impacto se volvió imposible de ignorar. Su imagen se multiplicó en parroquias, colegios y hogares; sus biografías se traducen a decenas de idiomas; y lo más importante: jóvenes de todo el mundo testifican conversiones, vocaciones y compromisos renovados gracias a su ejemplo.
Como dijo recientemente su antigua nana, la joven polaca que introdujo al entonces pequeño Carlo a la fe y la devoción: “la canonización es solo el comienzo de una historia maravillosa. Muchas más cosas sucederán gracias a Carlo”.
Carlo no predicó rebeldía ni ruptura generacional. Predicó algo mucho más revolucionario: que la santidad es posible hoy, en zapatillas, con computadora y rosario en el bolsillo. Pero especialmente predicó que la fe cuesta, que detrás de la sencillez y la apariencia de un joven de hoy, se necesita una tenacidad de acero y un profundo amor a Dios para hacer cosas extraordinarias.
3. JD Vance
Un católico en el corazón del poder
Nacido en una familia marcada por la pobreza, la violencia doméstica y la desintegración social del cinturón industrial estadounidense, JD Vance no llegó a la fe ni a la política por herencia cómoda. Su historia personal, narrada en Hillbilly Elegy - traducida al español como “Hillbilly, una elegía rural: Memorias de una familia y una cultura en crisis”- es la de alguien que conoció la intersección del colapso moral, cultural y económico desde dentro.
Convertido al catolicismo en la adultez, Vance asumió la fe no como adorno cultural, sino como marco interpretativo del mundo. Lector serio, influido por pensadores difíciles como René Girard, comprendió pronto que la política sin antropología termina siendo mera ingeniería social.
Como vicepresidente de EE. UU. tras las elecciones de 2024, su presencia introdujo en la administración Trump una voz católica explícita en temas como familia, cultura, economía y política internacional. No siempre acertado, a veces áspero, Vance tomó en 2025 una decisión clave: no ocultar su fe por cálculo político.
Tras el asesinato de su amigo Charlie Kirk, declaró públicamente que nunca más viviría su joven catolicismo con miedo al ridículo ni al rechazo. En una cultura que cada vez más castiga la coherencia religiosa, ese gesto ha tenido un eco profundo, dentro y fuera de Estados Unidos.
4. Jimmy Lai
El rostro católico de la persecución
Jimmy Lai nació en la pobreza en China continental, huyó a Hong Kong siendo adolescente y construyó un imperio mediático desde cero. Convertido al catolicismo en la madurez, gracias a las amistades con católicos serios que fue conociendo en sus viajes a Estados Unidos y el Reino Unido, su fe no lo llevó a la pasividad, sino al compromiso público.
Fundador del diario Apple Daily, Lai se convirtió en una de las voces más firmes a favor de la democracia y la libertad de expresión en Hong Kong. La ciudad, una ex colonia inglesa que había desarrollado un sistema económico capitalista y un sistema jurídico occidental, había sido retornado a China Comunista por Inglaterra bajo la promesa de “una sola nación, dos sistemas”; es decir, que el Partido Comunista, a cambio de beneficiarse del enorme poder económico de Hong Kong, respetaría las libertades civiles, incluyendo las religiosas.
Pero en junio de 2020, China impuso la “ley de seguridad nacional”, y junto con un gran número de disidentes políticos y religiosos, Lai fue arrestado, juzgado y condenado, enfrentando incluso la posibilidad de cadena perpetua.
En 2025, su caso se transformó en un símbolo global: no solo de la represión política, sino de la persecución religiosa bajo el comunismo chino. Lai nunca pidió trato especial. Rechazó huir cuando pudo hacerlo. Pero eligió quedarse, perder su fortuna, asumir las consecuencias y dar testimonio. Y en sus propias palabras,todo esto motivado por su fe católica.
Y aunque su sentencia se espera para inicios de 2026 y su condena es inminente, su nombre se ha convertido en punto de referencia para diplomáticos, obispos, activistas y creyentes que ya no aceptan el silencio cómplice frente a Pekín.
5. San John Henry Newman
El Doctor que ordena el caos
Convertido del anglicanismo al catolicismo en el siglo XIX, John Henry Newman pagó un alto precio personal e intelectual por su fidelidad a la verdad. Fue incomprendido, sospechado y marginado durante buena parte de su vida.
Su gran aporte teológico -la doctrina del “desarrollo del dogma-, fue sistemáticamente malinterpretado durante décadas. Newman explicó que la doctrina católica, sin cambiar un milímetro en lo fundamental, podía crecer, desarrollarse. El converso nunca defendió el cambio arbitrario, sino la continuidad viva: la capacidad de la Iglesia de crecer sin traicionarse.
El Papa León XIV lo puso en la lista de los católicos “top” del 2025 cuando decidió declararlo Doctor de la Iglesia el 1 de noviembre; no como un gesto académico, sino como un acto profundamente pastoral.
Para las tensiones eclesiales que el Pontífice tiene que enfrentar, Newman ofrece una clave para superar el falso conflicto entre tradición y modernidad, y para integrar definitivamente el Concilio Vaticano II en continuidad con toda la historia de la Iglesia.
Está claro, en la mente del Papa León, que la Iglesia debe dejar atrás, de una buena vez,las peleas y revisiones de un Concilio histórica y teológicamente legítimo. Y por eso el pensamiento de Newman es tan necesario.
6. El cardenal Pierbattista Pizzaballa
Realismo cristiano en Tierra Santa
Franciscano, biblista y profundo conocedor del Medio Oriente, Pierbattista Pizzaballa no es un diplomático de salón. Como Patriarca Latino de Jerusalén, vive en carne propia la fragilidad de una Iglesia minoritaria rodeada de conflicto.
Durante la guerra en Gaza, su liderazgo destacó por tres rasgos raros: prudencia, realismo y coraje pastoral. Defendió a la pequeña comunidad católica local, rechazó las presiones para tomar posiciones simplistas y llamó insistentemente a una paz posible, no utópica.
Mientras muchos optaban por consignas cómodas desde lejos, Pizzaballa cargaba con decisiones concretas que afectaban vidas reales. Esa combinación de lucidez y humanidad lo llevó, con justicia, a figurar entre los papables del cónclave que eligió a León XIV.
Ahora, mirando con esperanza la frágil paz de Gaza y luego de celebrar festivamente la Navidad en Belén -después de más de dos años de silencio impuesto- Pizzaballa ha vuelto a trabajar y animar a su “pequeño rebaño”, la diezmada población de católicos de rito latino en la región.
7. Monseñor Wilfred Anagbe
El obispo que decidió decir la verdad
Obispo de Makurdi, en Nigeria, Wilfred Anagbe pastorea una región golpeada por la violencia islamista y el abandono internacional. Durante años, la masacre de cristianos fue presentada por el oficialismo político -incluyendo la Unión Europea y la administración del presidente Joe Biden- como un “conflicto étnico” o hasta una consecuencia del “cambio climático”.
En 2025, Anagbe decidió romper la narrativa oficial. Ante foros internacionales -incluido el Congreso de Estados Unidos- denunció con datos, nombres y hechos la persecución sistemática de cristianos, incluso sabiendo que ponía su vida en peligro.
Su testimonio tuvo consecuencias reales: la designación de Nigeria como “País de particular preocupación” por parte de la administración Trump, con restricciones a la ayuda internacional y mayor escrutinio.
Este paso firme, en pocas semanas, ha permitido la liberación de cientos de católicos secuestrados por los islamistas y el compromiso del otrora desganado gobierno de Nigeria a tomarse en serio la protección de los cristianos.
Anagbe recordó al mundo algo elemental: la verdad sigue teniendo costo.
8. Karol Tadeusz Nawrocki
El presidente que no pide perdón por ser católico
La llegada de Karol Tadeusz Nawrocki a la presidencia de Polonia en 2025 marcó uno de los episodios políticos más significativos del año en Europa. Historiador de formación, intelectual público antes que político profesional, Nawrocki no emergió del aparato partidista tradicional, sino del mundo académico y cultural -y del deportivo-, donde ya era conocido por su defensa firme de la memoria histórica polaca frente a las reinterpretaciones ideológicas promovidas desde la burocracia “europeísta” de Bruselas y ciertos sectores liberales polacos.
Católico practicante y explícito, Nawrocki nunca ocultó que su visión política está profundamente arraigada en la identidad cristiana de Polonia, una identidad forjada en la resistencia al nazismo primero y al comunismo después, y que considera inseparable de la soberanía cultural y moral del país. A diferencia de otros líderes europeos que relegan la fe al ámbito privado, Nawrocki ha insistido en que el catolicismo no es un adorno folklórico, sino un componente constitutivo de la nación polaca. Y que la sangre de miles de mártires y héroes nacionales, incluyendo a San Juan Pablo II el Grande, están allí para testimoniarlo.
Desde el inicio de su mandato, su presidencia se convirtió en un contrapeso decisivo frente al primer ministro liberal y abiertamente pro–Unión Europea. Nawrocki bloqueó activamente iniciativas orientadas a liberalizar la legislación sobre el aborto, introducir la ideología de género en el sistema educativo y debilitar la protección jurídica de la familia, utilizando sin complejos las prerrogativas constitucionales de su cargo. Estas decisiones le valieron campañas mediáticas hostiles tanto dentro como fuera del país, que lo retrataron sistemáticamente como “ultraconservador” o “reaccionario”.
Pero el verdadero impacto de Nawrocki se produjo en el escenario internacional. En 2025 se convirtió en uno de los pocos jefes de Estado europeos dispuestos a enfrentar abiertamente a los burócratas de la Unión Europea, denunciando su deriva ideológica, su desprecio por las identidades nacionales y su intento de imponer una antropología ajena a la tradición cristiana de Europa Central y Oriental. Sus intervenciones públicas, medidas pero firmes, recordaron que la integración europea no puede construirse sobre el relativismo moral o la negación de las raíces cristianas del continente.
En un contexto europeo dominado por líderes que piden disculpas por su historia y ocultan sus convicciones religiosas, Nawrocki destacó por una virtud hoy escasa: la valentía de la coherencia. No buscó aplausos en Bruselas ni portadas favorables en la prensa internacional. Gobernó, más bien, con la convicción de que un Estado que renuncia a su alma termina perdiendo también su libertad.
Por eso, más allá de simpatías o antipatías políticas, Karol Tadeusz Nawrocki se consolidó en 2025 como una de las figuras católicas más influyentes del año: no por imponer la fe, sino por negarse a fingir que no la tiene.










