La tumba del Papa Francisco
La tumba donde es enterrado este sábado 26 de abril en Santa María la Mayor, tiene un mensaje de humildad y devoción mariana
El pasado lunes, el mundo despidió al Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, quien eligió para su descanso eterno un lugar cargado de historia y significado personal: la Basílica de Santa María la Mayor en Roma. Con su sepultura, Francisco se convierte en el octavo papa enterrado en este templo, uno de los santuarios marianos más antiguos y venerados de la cristiandad, y el más importante fuera del Vaticano para la sepultura papal.
La razón de una decisión
La decisión de Francisco de no descansar en la Basílica de San Pedro, como la mayoría de sus predecesores recientes, refleja su profunda devoción a la Virgen María y su deseo de una tumba sencilla. Durante su pontificado, visitó la basílica más de cien veces, especialmente antes y después de cada viaje apostólico, para rezar ante el icono bizantino de la “Salus Populi Romani”, la Protectora del Pueblo Romano, que preside la Capilla Paulina del templo.
En su testamento, el Papa dejó instrucciones precisas: su tumba debía ser austera, ubicada “en la tierra”, sin ornamentos especiales, y con una simple lápida de mármol de Liguria que lleva la inscripción “FRANCISCUS” -su nombre pontificio en latín- y una reproducción en plata de su cruz pectoral, símbolo de su vida pastoral centrada en la humildad y la misericordia.
Entre dos históricas capillas
La tumba de Francisco está emblemáticamente flanqueada por dos confesionarios -símbolo no calculado de su cuidado pastoral por las almas-, se sitúa en la nave izquierda de la basílica, entre dos capillas de gran valor artístico y espiritual: la Capilla Paulina (o Capilla Borghese) y la Capilla Sforza.
La Capilla Paulina fue construida por encargo del papa Paulo V entre 1605 y 1616 y es célebre por su exuberante decoración barroca. Aquí se venera el icono de la “Salus Populi Romani”, ante el cual Francisco depositó tantas veces sus plegarias. La capilla alberga también las tumbas de los papas Paulo V y Clemente VIII, así como la de Paulina Bonaparte, que a diferencia de su famoso hermana Napoleón, fue una devota católica.
La Capilla Sforza, de estilo renacentista, fue diseñada a finales del siglo XVI por encargo del cardenal Paolo Sforza, entonces miembro de una de las familias más influyentes de Italia. En su altar principal se halla una pintura de Cesare Nebbia que representa la Natividad de la Virgen María, a quien está dedicada la basílica.
La ubicación elegida por Francisco, cerca de la imagen mariana que marcó su vida espiritual, es coherente con su testamento:
“Siempre he confiado mi vida y mi ministerio sacerdotal y episcopal a la Madre de Nuestro Señor, María Santísima. Por eso, pido que mis restos mortales descansen, en espera del día de la Resurrección, en la Basílica Papal de Santa María la Mayor”.
Con la sepultura de Francisco, Santa María la Mayor retoma una tradición interrumpida desde hace más de 350 años, cuando fue enterrado allí el papa Clemente IX en 1669. Entre los pontífices que reposan en este templo figuran:
Honorio III (fallecido en 1227)
Nicolás IV (1292)
San Pío V (1572)
Sixto V (1590)
Paulo V (1621)
Clemente VIII (1605)
Clemente IX (1669)
La basílica, consagrada en el siglo V, es también testigo de la historia de Roma y del arte cristiano, y guarda una relación especial con España, que a lo largo de los siglos financió capillas, altares y reliquias en su interior.
El mensaje de la tumba
La tumba de Francisco, sencilla y sin adornos, ha convertido a Santa María la Mayor en un nuevo centro de peregrinación, donde los fieles podrán acudir para rezar. El domingo 27 de abril, los cardenales presentes en Roma se reunirán ante la tumba para rezar juntos, y a partir del lunes 28, estará abierta a los fieles.