La triste "Semana Social" de los obispos del Perú
El contraste abismal entre el sociologismo de la Iglesia en América Latina y la postura del Papa León queda en evidencia
Mientras el Papa León XIV cumplía sus primeros cien días al mando de la Barca de Pedro, en el Perú se desarrollaba una “semana social católica” que, curiosamente, parecía avergonzada de llevar ese nombre. Fue publicitada, con toda intención, como una simple “Semana Social”. Y no fue casualidad: lo católico brilló por su ausencia.
Bajo el lema burocráticamente insípido “Caminando juntos con esperanza por el Bien Común”, el evento fue organizado por la Conferencia Episcopal Peruana (CEP), a través de su Comisión Episcopal de Acción Social (CEAS), en alianza con el Instituto Bartolomé de las Casas —fundado por Gustavo Gutiérrez y convertido hace décadas en refugio del socialismo eclesial— y con la Conferencia de Religiosas y Religiosos del Perú, que hasta hace poco y por décadas había sido la Conferencia de Religiosos; hasta que el lenguaje inclusivo woke forzó la adición lingüísticamente aberrante del femenino. Según su propaganda, el encuentro sería “un espacio de diálogo y propuestas en medio de la crisis sociopolítica que atraviesa el país”.
Nada nuevo, nada bueno
En la práctica, fue otra cosa: ni “semana”, pues apenas duró tres días; ni “social”, pues se limitó a un desfile ideológico; ni, mucho menos, “católica”. Los protagonistas fueron los habituales personajes de la izquierda peruana: el cardenal Pedro Barreto, el economista Efraín Gonzáles Olarte, la periodista Rosa María Palacios, la historiadora Carmen McEvoy y la dirigente puneña Yolanda Flores.
El cierre estuvo a cargo del cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima, quien volvió a demostrar su incapacidad para articular un concepto genuinamente cristiano. Su intervención fue apenas una vaga reflexión subjetiva sobre la situación política del país, un discurso más propio de un comentarista televisivo que de un pastor de almas.
La clausura consistió en una Misa en la capilla del Colegio La Salle, seguida de la lectura de una pomposa “Declaración Final de la Semana Social”, que no fue otra cosa que el recalentado manifiesto del progresismo eclesial: un llamado a votar por la izquierda peruana en las elecciones de 2026, pese a su corrupción, su incompetencia y, sobre todo, su abierta oposición a principios católicos fundamentales.
Problema creciente
No hace mucho, el teólogo Brasileño Clódovis Boff, que a diferencia de su hermano Leonardo, sigue fiel a sus compromisos religiosos, emplazó a los obispos del CELAM, que habían publicado un documento insípido y sociológico con ocasión de su 40 Asamblea, preguntándoles: ¿Cuándo daremos la Buena Nueva de Dios, de Cristo y su Espíritu? ¿De la gracia y la salvación? ¿De la conversión del corazón y la meditación de la Palabra de Dios? ¿De la oración y la adoración, del amor piadoso a la Madre del Señor y otros temas similares? En resumen, ¿cuándo vamos a enviar un mensaje verdaderamente religioso, uno que sea espiritual?”
El problema es, por tanto, no solo peruano, es regional. Un amigo que trabaja en una fundación de ayuda a la Iglesia en el mundo, me comentaba cómo muchas de sus visitas a diócesis latinoamericanas eran deprimentes: se pedía dinero para proyectos sociales o de “formación” enfocados en temas vagos y no esenciales como “la promoción de la democracia” o la “protección del medio ambiente”... a la vez que veía que el colapso religioso por falta de sacerdotes, de catequistas formados, de templos y de predicación del Evangelio estaban diezmando al pueblo católico.
El contraste del Papa León XIV
En medio de esta mediocridad espiritual, el mensaje que el Papa León XIV envió a los participantes de la “semana” en Lima marcó el abismo de diferencia entre su perspectiva y la de los pastores que dicen estar con el “Papa peruano”. El texto del Pontífice más que de Roma, parecía venir de otro planeta: no desde el mundo gris de los cálculos políticos, sino desde la fe viva en Dios, en Jesucristo redentor, en la Iglesia como sacramento de salvación y en los santos como modelo de vida.
Un Papa que evoca a los santos
El Papa comenzaba recordando que el Perú ha estado marcado por “un designio particular de la Providencia”, y que esta elección divina se refleja en la extraordinaria “densidad de santidad” que registra la nación:
“Los testimonios de vida mística, en santa Rosa de Lima; de caridad ardiente, en san Martín de Porres; y de amor a los pobres, en san Juan Macías, hablan de una presencia vigorosa y fecunda del Evangelio, que nunca descuidó la oración por servir al prójimo, ni tampoco se olvidó de los pequeños mientras engrandecía y embellecía el culto debido al Dios eterno.”
¿Qué pastor en América Latina habla así? Con certeza hay más de uno, pero nadie lo conoce. Se conocen solo a los que repiten un discurso incapaz de inspirar.
León XIV no ofreció vaguedades sociológicas, sino un camino preciso: no hay que romper la ley de la caridad ni desviarse del Evangelio en busca de atajos violentos o ideológicos. Citando las palabras de San Pablo VI pronunciadas durante la canonización de Juan Macías -el último de los cicno santos peruanos canonizados-, recordó que en el Evangelio existe “virtualidad suficiente para hacer brotar fuerzas renovadoras que, transformando desde dentro a los hombres, los muevan a cambiar en todo lo que sea necesario las estructuras, para hacerlas más justas, más humanas”.
El Papa evocó también a santo Toribio de Mogrovejo, “símbolo episcopal de la auténtica sinodalidad y del Evangelio ofrecido en las periferias”, que fundó parroquias, concilios y sínodos mientras entregaba sus fuerzas a los más abandonados. Frente a un episcopado peruano hoy reducido a gesticular en foros políticos, León XIV puso de ejemplo a un pastor que rezaba y se desgastaba en el anuncio de Cristo.
Luego lanzó una advertencia directa a nuestro tiempo:
“Toda acción social de la Iglesia ha de tener como centro y meta el anuncio del Evangelio de Cristo... Pues si no damos a Cristo íntegro, estaremos siempre dando extremadamente poco.”
Y en la frase que debería haber sonrojado a quienes organizaron la “Semana Social”, el Papa señaló con claridad que no hay dos amores —uno para el pan material y otro para el espiritual—, sino un único amor que lleva a dar ambos:
“No son dos amores, sino uno solo y el mismo, el que nos mueve a dar tanto el pan material como el Pan de la Palabra... y el Pan del cielo, ese que sólo la Iglesia puede dar, por mandato y voluntad de Cristo, y que ninguna institución humana, por bien intencionada que sea, puede reemplazar.”
La reforma esperada
El pueblo de América Latina sigue hambriento del Evangelio. Mientras muchos de sus obispos desperdician energías en foros ideologizados, el Papa León XIV ha recordado lo esencial: que la Iglesia no está llamada a ser una ONG política, sino sacramento de salvación. Que los santos no son reliquias de museo, sino la respuesta a los desafíos de hoy. Que el Perú no necesita más declaraciones progresistas, sino santos vivos que den a Cristo íntegro.
La Semana Social de la CEP quedará en el olvido; el mensaje del Papa León, en cambio, resuena como palabra profética: “No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos” (Ga 6,9).