La nueva revolución católica
El Cardenal de Nueva York explica por qué cada vez más jóvenes en occidente se están convirtiendo -o están volviendo- al catolicismo
Carlo Acutis (izq.) y Pier Giorgio Frassati serán canonizados el 7 de septiembre
El domingo 7 de septiembre el Papa León XIV canonizará a dos santos inusuales: el adolescente milenial Carlo Acutis, muerto a los 15 años, y el joven atleta Pier Giorgio Frassati, muerto a los 24.
Mientras tanto, la Iglesia está registrando por primera vez en los últimos 100 años, un renacer entre adolescentes y jóvenes. ¿A qué se atribuye este fenómeno?
El Cardenal Timothy Dolan, que como arzobispo de Nueva York -la diócesis más cosmopolita del orbe- es muchas veces llamado “el arzobispo del mundo”, ha escrito un artículo iluminador y conmovedor en el diario New York Post, tratando de explicar este fenómeno.
El artículo escrito en un lenguaje sencillo y coloquial, vale la pena ser leído. Aquí va una traducción al español.
El “Arzobispo del Mundo” explica
Los jóvenes que buscan respuestas en un mundo caótico recurren a la Iglesia Católica
El pasado abril, mientras nos reuníamos en Roma para el solemne entierro de nuestro amado Papa Francisco y la elección de un nuevo Santo Padre, mis hermanos cardenales y yo nos reunimos durante dos semanas para preparar el cónclave. Conversábamos sobre lo que sucedía en nuestras diócesis, los desafíos que enfrentamos y las cualidades que considerábamos que debía poseer el próximo Papa.
A pesar de la tristeza que todos sentíamos por la pérdida del Papa Francisco, había un estribillo esperanzador que los cardenales escuchábamos una y otra vez.
Durante una pausa para el café, un cardenal dijo: "¿Se han fijado en la cantidad de jóvenes de todo el mundo que están aquí en Roma?".
"Hoy caminé por la Plaza de San Pedro y conversé con un grupo de peregrinos adolescentes, que estaban aquí para el Año Jubilar de la Esperanza", comentó otro.
"Un grupo de una de las universidades de mi país está aquí en Roma y me invitó a celebrar una Misa con ellos", mencionó un tercero. Hace apenas unas semanas, me impresionó ver a un millón de jóvenes con el Papa León en el campo de Tor Vergata, a las afueras de Roma. Vinieron para estar con el nuevo Papa, por supuesto, pero también para peregrinar y unirse al Año Jubilar de la Esperanza.
Una tendencia general en Occidente
Desde que regresé a Nueva York, he notado una tendencia similar. Mis párrocos me dicen que más gente asiste a Misa y registran un claro aumento en la gente que elige libremente convertirse al catolicismo o regresar a la Iglesia.
Los jóvenes se están convirtiendo al catolicismo en masa, impulsados por la pasada pandemia, por internet y por alternativas de vida poco exigentes.
Un estudio reciente de la Universidad de Harvard confirmó esta tendencia entre la llamada Generación Z, que registró un aumento del 6% entre 2022 y 2023 en quienes se identifican como católicos.
Al caminar por la Catedral de San Patricio [la Catedral de Nueva York], siempre me impresiona la cantidad de jóvenes que hay allí, no solo como turistas, sino especialmente haciendo fila para confesarse, en la Capilla de la Virgen para la Adoración o asistiendo a una de las siete Misas diarias. Probablemente haya muchas razones detrás de este bienvenido acontecimiento.
Los futuros santos
El beato Carlo Acutis, el adolescente italiano que vivió heroicamente su fe y falleció en 2006 con tan solo 15 años, ha sido un gran ejemplo a seguir para los jóvenes.
No es una figura sombría de siglos pasados, sino un joven que tenía un teléfono celular, amaba los videojuegos y usaba su computadora para crear una exposición dedicada a los milagros eucarísticos en todo el mundo. Su canonización por el Papa León el domingo 7 de septiembre sin duda dará a conocer aún más su historia.
También lo hará la historia del beato Pier Giorgio Frassati, quien también será canonizado el 7 de septiembre. Joven estudiante italiano, creyente ferviente y alegre, gran amante de la naturaleza y activo políticamente en causas sociales, contrajo polio mientras cuidaba a los enfermos y falleció a la temprana edad de 24 años.
Su última petición, escrita con una mano casi paralizada, fue que su amigo tomara sus medicinas [entonces muy costosas] y se la diera a otro que las necesitara. Me gusta pensar que nuestro compromiso con los jóvenes adultos también está teniendo un impacto. Misas regulares en la Catedral de San Patricio, seguidas de camaradería en un bar o restaurante cercano, combinadas con oportunidades de servicio comunitario y formación en la fe, satisfacen las necesidades que creo que todos deseamos: fe, amistad y la oportunidad de ayudar a los demás.
Nuestras escuelas católicas —primarias, secundarias y universidades— también desempeñan un papel importante. Hemos puesto un renovado énfasis en asegurar que nuestras escuelas primarias y secundarias, si bien académicamente excelentes, también se basen en la enseñanza y la transmisión de la fe en todo lo que hacen.
No solo en nuestras universidades católicas, como Fordham, Iona, Manhattan y Saint John's, la fe juega un papel importante. También contamos con sólidos programas de ministerios universitarios, en universidades como NYU y Columbia [dos universidades seculares de alto prestigio y reputación de "progresismo"], por ejemplo, para satisfacer las necesidades espirituales de estudiantes de grado y posgrado, muchos de ellos lejos de casa por primera vez.
La alternativa al mundo
¡Mientras tanto, el mundo parece un desastre! Guerra, injusticia, hambruna, violencia, intolerancia, tiroteos masivos, polarización política: quienes se inclinan a buscar significado en el mundo ahora lo saben mejor.
Finalmente, y lo más importante, existe en el corazón humano un deseo innato de significado. Durante demasiado tiempo, enseñamos a nuestros jóvenes que no existía una verdad objetiva, que el bien y el mal eran conceptos obsoletos y que «si te hace sentir bien, hazlo».
Como lo expresó elocuentemente el gran arzobispo Fulton Sheen: «¡La gente no busca un signo de interrogación, sino un signo de exclamación!».
Buscamos claridad, no ambigüedad.
La Fe Católica, centrada en Jesús y su Iglesia, su convicción en la existencia de una verdad eterna e inquebrantable y un código moral que diferencia entre el bien y el mal, la gracia y el pecado, proporciona esa dirección.
El antiguo catecismo de Baltimore [El catecismo norteamericano tradicional] comenzaba con una simple pregunta: ¿Por qué me creó Dios? Su respuesta: Dios me hizo para conocerlo, amarlo y servirlo en este mundo, y para ser feliz con Él para siempre en el Cielo. Seguimos creyendo en ello y ofrecemos esa esperanza segura y certera a todo el mundo. Y muchos están aceptando nuestra propuesta una vez más.