¿Vuelve el caso Quispe a hacer sombra a León XIV?
Ana María Quispe, la víctima del “caso Prevost” en Chiclayo, suelta una bomba… y se dispone a soltar más
Ana María Quispe en conferencia de prensa en Chicago
Hay momentos en los que la verdad, silenciosa y paciente, reaparece con una fuerza que no necesita escándalo: basta con mostrar la realidad tal como es. El video publicado en TikTok por Ana María Quispe -víctima del caso de abuso sexual ocurrido en Chiclayo durante el gobierno episcopal de Robert Prevost- amenaza con reabrir un tema que nadie puede seguir ignorando. Durante el último año, medios insospechados como El País y periodistas como Elise Allen Harris o el ex cura de Religión Digital José Manuel Vidal, construyeron un relato asfixiante, casi catequético, según el cual las víctimas de Chiclayo “no tenían nada que reprochar”, que Prevost había actuado de manera impecable, y que quienes cuestionaban esa versión éramos nada menos que conspiradores movidos por odios personales y agendas oscuras.
Porque lo que el video muestra es simple: Ana María Quispe sí tenía -y tiene- mucho que decir: Sí fue manipulada. Sí fue silenciada. Y sí fue revictimizada. Pero no por los “malos de la película” de entonces, sino por quienes, con el fin de defender al entonces obispo Prevost a toda costa, recortaron sus palabras, omitieron sus advertencias y redujeron su sufrimiento a una anécdota menor, convenientemente moldeada para proteger a Prevost de la crítica legítima.
Y ahora que el entonces obispo es el Papa León XIV, el impacto de esa manipulación ya no es solo un error periodístico. Es una bomba moral que una humilde joven de Chiclayo (Perú) ha decidido activar.
Lo que dije antes del Cónclave
Durante los días previos al cónclave fui tan claro como pude: la elección del cardenal Prevost era riesgosa, no por rumorología ni intereses políticos, sino por hechos concretos. No solo estaba pendiente el caso Quispe en Chiclayo; también existían al menos otros dos casos cuestionados en Chicago durante su liderazgo entre los Agustinos.
Sostuve una verdad que cualquier católico razonable entiende: después de escándalos, encubrimientos, dolor y traiciones, los abusos sexuales se han convertido en la crisis más grave de la Iglesia católica en los últimos 150 años; y por eso insistía en que se necesitaba de un Papa libre de toda sombra en materia de abusos. No se trata de “perfección moral” sino de prudencia pastoral. La Iglesia no podía permitirse un pontificado desgastado por omisiones pasadas.
El video de Quispe no hace más que confirmar que mi preocupación no era hostil ni exagerada.
Obediencia y honestidad no se contradicen
Cuando Prevost salió elegido como León XIV, acepté esa decisión con espíritu de fe. Lo recibí -como corresponde a un católico que cree en la acción del Espíritu Santo- con obediencia y afecto. Lo he dicho a través de mis artículos y mis redes sociales y lo vuelvo a reiterar: deseo profundamente que su pontificado sea largo, fecundo y capaz de cicatrizar las fracturas que dejó el pontificado de su predecesor.
Pero también anuncié que no borraría mis advertencias previas; porque ser fiel no significa ser ciego; y creo honestamente que mis argumentos eran válidos antes del cónclave y lo siguen siendo ahora. Ninguna fumata bianca reescribe la historia: la ilumina.
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El video de Quispe
Lo que Quispe ha publicado no es un fragmento improvisado. Es una parte significativa de la hora completa de su conversación con Elise Allen. Ella tiene copia de la entrevista completa que Allen nunca publicó. Por el contrario, fue masacrada a base de tijera y agenda ideológica.
El fragmento publicado en su cuenta de TikTok es absolutamente revelador. Y Quispe ha anunciado que viene más. Que tiene más pruebas. Más datos. Más testimonio. Y que está dispuesta a hablar.
Ese anuncio debería hacer reflexionar a quienes hoy rodean al Papa con la ilusión de que el tiempo borra todo. No: el tiempo no borra; revela. Y lo que revela hoy es que la decisión del Papa de dispensar del sacerdocio al padre “Lute” el agresor de las hermanas Quispe y de otros niños más, ha creado en Quispe el profundo sentimiento de traición, porque la dispensa evita el proceso canónico donde Quispe podría haber recibido un mínimo de justicia. No sorprende que ahora ella sienta la urgencia moral de contar lo que calló.
Lo triste -y lo inevitable- es que esa urgencia no solo denunciará una injusticia personal. Puede imponer un peso desafortunado en el pontificado. Y no por culpa de Quispe, sino por quienes, durante el último año, prefirieron ocultar la verdad para fabricar un relato cómodo.
Elise Ann Allen al centro, Jordi Bertomeu en el círculo
Elise Allen
Aquí es necesario hablar claro: la “biografía” titulada “LEÓN XIV: Ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI” del Papa escrita por Elise Allen suprimiendo partes sustantivas de lo dicho por Quispe durante una larga hora de entrevista no fue un mero error o una imprudencia. Fue una falta grave de ética profesional. Y no es un juicio nuevo. Llevo años denunciándolo.
En el caso Sodalicio, Elise Allen Harris:
Publicó información eclesial interna antes que mis entonces superiores la recibieran.
Se convirtió en la mano comunicacional del interventor Jordi Bertomeu Farnós, con quien desarrolló una relación de amistad periodísticamente incestuosa.
Nunca reveló sus decenas de artículos que había pertenecido a la misma comunidad que atacaba.
Nunca se abstuvo de cubrir para Crux el tema Sodalicio cuando tenía un conflicto de interés colosal: Era una de mis acusadoras canónicas en el expediente apurado e improvisado que Bertomeu armó contra mí, junto con otros personajes como el oscuro Austen Ivereigh, la errática Dawn Eden Goldstein y un periodista de segundo rango como Christopher White -con el que nunca en mi vida he cruzado palabra-. Con esa conducta, Elise Allen no era una periodista: era una operadora.
A propósito, vale la pena mostrar el contraste: cuando Mitad Monjes, Mitad Soldados salió a la luz, pese a que mi nombre no era mencionado en ninguno de los abusos; ofrecí mi renuncia inmediata a EWTN. Las autoridades la rechazaron, pero me solicitaron dos reglas estrictas para evitar cualquier apariencia de conflicto:
Abstenerme de participar en el proceso de redacción o edición de cualquier noticia referida al Sodalicio
Incluir en cada noticia sobre el Sodalicio el disclaimer, al final de cada nota, de que el Director Ejecutivo era miembro de dicha comunidad.
Así actúan las instituciones serias.
El daño se va sentir en Roma
No hay que ser ingenuos: esto ya está haciendo ruido. Y no poco. Quispe siente que el Papa la dejó sin justicia. Y millones de fieles verán en su denuncia -y en la manipulación evidente de la entrevista- un símbolo de algo más profundo: el cansancio de los fieles de la Iglesia ante el doble estándar, las narrativas prefabricadas y las alianzas con medios que odian al catolicismo pero fingen devoción cuando les conviene.
Porque hay que decirlo sin rodeos. ¿Qué hace un diario masónico y anticlerical como El País defendiendo al Papa? ¿Qué hacen voceros motivados por la recompensa económica, declarados anticlericales o incluso “satanistas” defendiendo al Vicario de Cristo en la tierra?
La respuesta es evidente: no lo defienden. Lo usan. Lo instrumentalizan. Lo convierten en el escudo perfecto para dañar a otros actores eclesiales. Es un truco viejo, y algunos en Roma aún no han aprendido a reconocerlo.
La lección que no puede posponerse
La Iglesia no puede seguir permitiendo que su credibilidad dependa de periodistas sin escrúpulos, de medios hostiles o de asesores que creen que “proteger al Papa” es ocultar verdades y destruir reputaciones. Esa fórmula siempre fracasa. Siempre. Porque la Iglesia no se sostiene sobre la mentira. Y cuando se intenta hacerlo, el precio tarde o temprano cae sobre el propio Pontífice.
Hoy, gracias al coraje de Ana María Quispe, la verdad comienza a emerger. Dolerá. Será incómoda. Generará turbulencias. Pero es necesaria. Y -paradoja divina- puede ser la ocasión para que León XIV demuestre justamente su grandeza: enfrentando estos hechos directamente, con la justicia y la misericordia que ha demostrado en otros asuntos.
Yo sigo creyendo que el Papa tiene lo necesario para gobernar con fortaleza y humildad. Pero solo si se rodea de quienes buscan el bien de la Iglesia, no de quienes buscan el brillo de sus intereses personales.
Quienes mienten para “defenderlo” no lo protegen. Lo traicionan.
Y lo que hoy está saliendo a la luz es el fruto amargo de esas traiciones.





