Ordenaciones diaconales femeninas: una salida sin valentía
El Cardenal encargado de presidir la comisión creada por Francisco para “examinar” este asunto concluye con un documento que deja al Papa León expuesto
Este jueves 4 de diciembre, la Sala de Prensa de la Santa Sede publicó —solo en italiano— la versión íntegra de la conclusión a la que llegó, a finales de septiembre, la denominada “Comisión Petrocchi”, la segunda comisión impulsada por el Papa Francisco para “explorar” la eventual aprobación del diaconado femenino.
Como ya es rutina con el anterior pontificado, la comisión fue “balanceada” no en razón de la solvencia teológica de sus miembros, sino “democráticamente”, repartiendo los asientos entre quienes simpatizan con la ruptura doctrinal y quienes la rechazan. Ni rigor teológico ni coherencia doctrinal: simple reparto de cuotas ideológicas.
La comisión estuvo presidida por el cardenal arzobispo emérito de L’Aquila (Italia), Giuseppe Petrocchi, quien, según Vatican News, “por mandato del Papa Francisco había examinado la posibilidad de proceder a la ordenación de mujeres diaconisas y que concluyó sus trabajos el pasado mes de febrero”.
El informe, fechado en septiembre, recién se publica ahora a pedido del Papa León XIV, dentro de su creciente -y valiente- política de transparencia.
Vatican News titula la nota de manera engañosa, insinuando que la decisión habría sido un “no al diaconado femenino”. Nada más falso. El documento final, desprolijo, mal escrito, saturado de votaciones internas que no explican los criterios detrás de ellas, afirma:
«El status quaestionis [estado del asunto] en torno a la investigación histórica y la investigación teológica, consideradas en sus recíprocas implicaciones, excluye la posibilidad de proceder en la dirección de la admisión de las mujeres al diaconado entendido como grado del sacramento del orden. A la luz de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio eclesiástico, esta valoración es sólida, aunque no permite formular hoy un juicio definitivo, como en el caso de la ordenación sacerdotal».
¿Cómo puede ser que algo esté “excluido” de forma “sólida” y a la vez no pueda formularse “un juicio definitivo”?
¿Es sí o es no?
El resultado queda en una zona gris insultante: “está negado… pero no tanto”. Una ambigüedad que no es inocente.
Leyendo con atención, se percibe que el Cardenal está personalmente en contra de la ordenación diaconal de mujeres. Sin embargo, obligado a convivir con una comisión infiltrada, obligado a “aceptar” las contribuciones irracionales de lobbies estridentes como “Women’s Ordination”, termina entregando un documento que no concluye nada y que deja otra bomba activa sobre el escritorio del Papa León. Otra más.
La queja aparece velada en el propio texto:
“La Comisión recibió un abundante y significativo material escrito sobre la cuestión del diaconado femenino, tras permitir, a instancia del Sínodo, que todo el que quisiera pudiera enviar su contribución. Aunque los envíos fueron numerosos, las personas o grupos que remitieron sus elaborados fueron solo veintidós y representaban pocos países”.
En otras palabras: ruido mucho; sustancia, nada.
Doctrina vs. ideología
Quien tenga paciencia para recorrer este documento —apenas siete páginas, pero de sintaxis torcida— percibe dos niveles muy claros.
Primero: quienes se oponen al diaconado femenino están anclados en la continuidad de la Iglesia.
Dice el informe:
“…algunos consideran que este paso [ordenación de diaconisas] sería inaceptable, por estar en discontinuidad con la Tradición”;
“... peligrosa confusión antropológica, al aceptar lo cual la Iglesia se alinearía al espíritu del tiempo”.
Esto, traducido al lenguaje común, no ofrece misterio:
La tradición no es un museo; es continuidad orgánica. La propuesta feminista es capitulación al espíritu del mundo.
Segundo: quienes promueven el diaconado lo hacen apoyándose en lecturas caprichosas de la Biblia y en criterios sociopolíticos ajenos a la teología.
Dice el texto:
“La argumentación de quienes promueven acceso femenino se basa en:
la condición paritaria de “varón” y “mujer” como imagen de Dios (Gén 1,27);
la igual dignidad de ambos géneros, fundamentada sobre este dato bíblico;
la declaración de fe de que «ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28);
el desarrollo social que prevé acceso igualitario, para ambos géneros, a todas las funciones institucionales y operativas —también en niveles de gobierno— de la comunidad civil.
Por estos motivos, muchas peticiones no se limitan a pedir la admisión de las mujeres al sacramento del diaconado, sino que sostienen que también los otros grados del Orden sagrado (presbiterado y episcopado) deban ser accesibles para las mujeres.
La argumentación que apela a la masculinidad de Cristo es vista, bajo esa óptica, como una visión sexista y reducida, que lleva a la discriminación de la mujer”.
El documento incluso reconoce que muchas de las defensoras de estas posturas exigen también presbiterado y episcopado femenino, llegando a considerar “sexista” la masculinidad de Cristo.
San Juan Pablo II y los Anglicanos
Lo que pocos saben es que los argumentos presentados por las feministas “católicas” son exactamente los mismos -calco y copia- con los que el anglicanismo liberal justificó el sacerdocio femenino en 1994.
Y San Juan Pablo II debió cerrar aquella deriva tan pronto como los anglicanos anunciaron su autodestructiva decisión, con la Carta Apostólica Ordinatio Sacerdotalis:
“Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”.
Palabras cristalinas. Sin matices. Sin fugas.
Lo que Petrocchi dice (aunque con miedo)
De nuevo, quien lee entre líneas, entiende que el Cardenal tiene claro que el diaconado femenino no se detendría en sí mismo. Sería una puerta abierta -irreversible y herética- al sacerdocio feminizado, algo no sustentado por la tradición católica.
Lo dice encriptado en esta parte del informe:
Al término de estas Consideraciones, considero importante subrayar que la Comisión ha insistido en la urgencia de valorar la “diakonia bautismal”, como fundamento de toda ministerialidad eclesial.
En este marco, debe ser cada vez mejor comprendida y desarrollada la “dimensión mariana”, como alma de toda “diakonia”, en la Iglesia y en la Humanidad.
Esta referencia a la “dimensión mariana” es fundamental… pero inalcanzable para la vasta mayoría de fieles.
La resumo así: el famoso teólogo Hans Urs Von Balthasar sostenía que en la Iglesia existían dos dimensiones: una dimensión “petrina” (referida a Pedro, cabeza de los apóstoles) y una dimensión “mariana”.
Pedro, según Von Balthasar, representa la dimensión jerárquica y de autoridad, mientras que María destaca la plasmación y vivencia de la acogida, la presencia del Señor y la dimensión del amor; es decir, lo esencial de la vida cristiana, que sin embargo requiere de una estructura jerárquica.
En otras palabras, en lenguaje “Balthasariano” el Cardenal está diciendo que el diaconado femenino simplemente no tiene cabida alguna en la dimensión petrina, es decir, en la estructura jerárquica de la Iglesia. La referencia es poderosa… pero bien podría haberla escrito en chino, para efectos de la comprensión de los fieles.
Las minas que deja colocadas
Y aquí viene lo más grave.
El informe no solo no cierra el tema. No solo no ofrece claridad: abre otro frente, ridículamente innecesario:
“…expandir los “espacios comunionales” para que las mujeres puedan expresar una participación y corresponsabilidad adecuada (…) incluso a través de la creación de nuevos Ministerios laicales”.
¿Nuevos ministerios laicales?
Papa Francisco creó el lectorado, acolitado y catequista como ministerios laicales abiertos a las mujeres. Pero ahora ¿Quieren crear otro catálogo de cargos simbólicos para calmar a quienes exigen sacramentalidad?
¿Cree alguien seriamente que quienes ya simulan ordenaciones clandestinas, investidas de “obispas”, sin importarles el incurrir en excomunión, se conformarán con nuevas etiquetas burocráticas?
Los medios seculares lo han resumido con precisión quirúrgica:
“El Vaticano dice no al diaconado femenino… por ahora”.
Ese “por ahora” es cortesía de la comisión Petrocchi.
Y ahora el Papa León queda solo ante un pleito que nunca debió existir y que ni articula doctrina ni fortalece comunión.
Una comisión que no se atrevió a afirmar lo que la Iglesia ya sabe; un documento que pretende cerrar el tema dejando todas las puertas entornadas; y un Papa obligado a resolver una disputa artificial, dejada como herencia.
Abandonado por quien debía sostenerlo.
Y frente a enemigos que, como los peores terroristas, no están dispuestos a negociar mientras no obtengan absolutamente todo lo que exigen.
Para los que están interesados en el texto completo, aquí les ofrezco una versión traducida (no oficial) del documento original.
A Su Santidad
León XIV
Querido Santo Padre,
Me dirijo a Usted porque, como es conocido, el Papa Francisco ha reservado para sí mismo la cuestión del posible acceso de las mujeres al diaconado; por tal razón, teniendo presente el trabajo realizado por las diferentes Comisiones nombradas para estudiar este asunto, quisiera someter a Usted una breve síntesis de algunos núcleos temáticos con la esperanza de que puedan serle de ayuda en el discernimiento.
Apoyándose en investigaciones de carácter histórico, ya la primera Comisión afirmaba: «La Iglesia ha reconocido en diversos tiempos, en diferentes lugares y en varias formas el título de diácono/diaconisa referido a las mujeres, atribuyéndole sin embargo un significado no unívoco». Esta afirmación se inscribe en línea con otra proposición formulada por la Comisión Teológica Internacional: «Parece evidente que dicho ministerio no era entendido como el simple equivalente femenino del diaconado masculino».
La segunda Comisión, que presidí, llegó unánimemente —en su primera Sesión (2021)— a elaborar la siguiente tesis (n. 3): «Al estado actual de la investigación histórica y de nuestro conocimiento de los testimonios bíblicos y patrísticos, puede afirmarse razonablemente que el diaconado femenino, desarrollado de forma desigual en las distintas partes de la Iglesia, no fue entendido como el simple equivalente femenino del diaconado masculino y no parece haber revestido un carácter sacramental».
Sabemos, sin embargo, que la perspectiva puramente histórica no permite llegar a ninguna certeza definitiva. En última instancia, la cuestión debe ser decidida en el plano doctrinal (cf. Benedicto XVI, Carta por el 50.º aniversario de la institución de la CTI).
Por tanto, las problemáticas relativas a la ordenación diaconal de mujeres permanecen abiertas a ulteriores profundizaciones teológicas y pastorales, manteniéndose firme el principio de la “communio hierárquica” que asigna la decisión conclusiva sobre estas temáticas al Magisterio de la Iglesia, como respuesta autorizada a preguntas presentes en algunos sectores del Pueblo de Dios.
Preciso que las consideraciones que siguen son inevitablemente incompletas y fragmentarias respecto a la documentación producida por la Comisión que presidí.
(^1) Texto elaborado por la primera Comisión en su totalidad.
(^2) Comisión Teológica Internacional, II Diaconato. Evoluzione e prospettive (2002), II, 4.
(^3) La misma Comisión precisa: «Aunque algunos testimonios, considerados de forma aislada, inducen a pensar que el diaconado femenino haya tenido en ciertos momentos y en ciertos lugares rasgos sacramentales, cuando se evalúan las fuentes en su conjunto, según el criterio hermenéutico de la unidad orgánica de la Tradición, se concluye que, en general, el diaconado femenino fue concebido como un ministerio sui generis. Este ministerio —a diferencia del episcopado, del presbiterado y del diaconado conferido a los hombres— no se ubica en la línea de la sucesión apostólica.» Segunda Sesión del 11 al 16 de julio de 2022, n. 3.
No obstante, pueden representar “coordenadas” cognitivas destinadas a favorecer una mirada global sobre el terreno argumentativo en que nos hemos internado.
Para una elección metodológica compartida, los Miembros de la Comisión fueron llamados, al final de su interacción dialógica, a expresar mediante votación su parecer sumario sobre el núcleo temático objeto de debate. En forma esquemática se informa el resultado de la votación realizada sobre la tesis n. 3 de la Segunda Sesión (citada arriba).
En el año 2021, el debate teológico condujo a la formulación de la siguiente tesis: «El estudio sistemático del diaconado, en el marco de la teología del sacramento del Orden, suscita interrogantes sobre la compatibilidad de la ordenación diaconal de las mujeres con la doctrina católica del ministerio ordenado». La votación sobre esta frase obtuvo unanimidad:
Posteriormente, la Comisión expresó su votación sobre los siguientes asertos:
5A «El suscrito no es favorable a la institución en la Iglesia del diaconado femenino entendido como tercer grado del Orden sagrado».
5B «El suscrito no parece por el momento favorable a la institución en la Iglesia del diaconado femenino entendido como tercer grado del Orden sagrado. Tal evaluación se basa en los elementos históricos y teológicos hasta hoy adquiridos, sin excluir eventuales evoluciones futuras sobre este tema».
5C «El suscrito es favorable a la institución en la Iglesia actual del diaconado femenino entendido como tercer grado del Orden sagrado».
La Comisión también discutió la posibilidad de instituir eventuales nuevos Ministerios, y votó unánimemente la siguiente tesis (n. 7): «La implementación de tales Ministerios podría contribuir a la sinergia entre hombres y mujeres. Su realización requeriría el desarrollo de medios apropiados de formación (teológica, práctica, mistagógica) y de apoyo».
En la Segunda Sesión, celebrada en julio de 2022, intentando lograr una formulación sinérgica se votó la siguiente tesis: «El estado de la cuestión acerca de la investigación histórica y de la indagación teológica, consideradas en sus mutuas implicaciones, excluye la posibilidad de proceder en dirección de la admisión de las mujeres al diaconado entendido como grado del sacramento del Orden. A la luz de la Sagrada Escritura, de la Tradición y del Magisterio eclesiástico, esta evaluación es firme, aunque hasta hoy no permite emitir un juicio definitivo, como en el caso de la Ordenación sacerdotal».
En la última Sesión, celebrada en febrero de 2025, la Comisión recibió un abundante y significativo material escrito sobre la cuestión del diaconado femenino, tras permitir, a instancia del Sínodo, que todo el que quisiera pudiera enviar su contribución. Aunque los envíos fueron numerosos, las personas o grupos que remitieron sus elaborados fueron solo veintidós y representaban pocos países.
Por consiguiente, aunque el material es voluminoso y en algunos casos hábilmente argumentado, no puede considerarse como la voz del Sínodo ni mucho menos del Pueblo de Dios en su conjunto. Además, la considerable problemática del tema y la falta de un consenso suficiente están atestiguadas también por los documentos preparatorios del Sínodo sobre la Sinodalidad. En estos textos, por ejemplo, se afirma que «algunos consideran que este paso [ordenación de diaconisas] sería inaceptable, por estar en discontinuidad con la Tradición»; o bien: «... peligrosa confusión antropológica, aceptar lo cual la Iglesia se alinearía al espíritu del tiempo».
Es necesario tomar también en cuenta que algunas Iglesias se oponen firmemente a esta perspectiva. Se nos ha informado que, en el documento final del Sínodo, la proposición 60 sobre el estudio de la posibilidad del diaconado femenino es la que obtuvo el mayor número de votos contrarios (97 No).
Los apoyos favorables a la ordenación conyugal de las mujeres al diaconado se fundamentan en ideas relacionadas con cuestiones de antropología teológica. Se trata de convicciones frecuentemente opuestas a la Tradición de la Iglesia católica (y ortodoxa) de admitir al sacramento del Orden solo a hombres bautizados.
La argumentación de quienes promueven acceso femenino se basa en:
la condición paritaria de “varón” y “mujer” como imagen de Dios (Gén 1,27);
la igual dignidad de ambos géneros, fundamentada sobre este dato bíblico;
la declaración de fe de que «ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,28);
el desarrollo social que prevé acceso igualitario, para ambos géneros, a todas las funciones institucionales y operativas —también en niveles de gobierno— de la comunidad civil.
Por estos motivos, muchas peticiones no se limitan a pedir la admisión de las mujeres al sacramento del diaconado, sino que sostienen que también los otros grados del Orden sagrado (presbiterado y episcopado) deban ser accesibles para las mujeres.
La argumentación que apela a la masculinidad de Cristo es vista, bajo esa óptica, como una visión sexista y reducida, que lleva a la discriminación de la mujer. Según esa perspectiva, la representatio Christi no debería ya estar ligada a categorías de género, sino centrar la mediación ministerial de la salvación a través de hombres y mujeres.
En esta aproximación, puesto que la ordenación al diaconado no es ad sacerdotium, sino ad ministerium (LG 29), la exclusión de las mujeres no parecería justificada, puesto que también las mujeres estarían capacitadas para representar a Cristo como diakonos.
En la documentación recibida y examinada con atención, muchas mujeres describieron su trabajo para la Iglesia, a menudo desempeñado con gran dedicación, como si fuera un criterio suficiente para la ordenación al diaconado. Otras manifestaron una fuerte “sensación” de haber sido llamadas —como si ello fuera la prueba necesaria para garantizar a la Iglesia la validez de su vocación y exigir que dicha convicción fuera aceptada. Muchas ya ejercían funciones de tipo diaconal, sobre todo en comunidades carentes de sacerdote, y consideraban que “merecían” ser ordenadas, habiéndolo conseguido de algún modo; otras hablaban simplemente de querer la ordenación como signo de visibilidad, autoridad, respeto, apoyo y, sobre todo, igualdad.
En una línea de pensamiento muy distinta, en el transcurso de la tercera Sesión, se presentó la siguiente tesis: «La masculinidad de Cristo, y por tanto la masculinidad de quienes reciben el Orden, no es accidental, sino parte integrante de la identidad sacramental, preservando el orden divino de la salvación en Cristo. Alterar esta realidad no sería un simple ajuste ministerial sino una ruptura del significado nupcial de la salvación».
El párrafo anterior cosechó en la votación de la Comisión el siguiente resultado: 5 miembros sobre 10 consideraron mantenerlo tal como estaba; 5 miembros sobre 10 estimaron que debía ser eliminado.
La Comisión, en esa última sesión, examinó con especial interés otra tesis: «A este respecto, hoy es oportuno ampliar el acceso de las mujeres a ministerios instituidos para el servicio de la comunidad. Los motu proprio Spiritus Domini y Antiquum ministerium —del Papa Francisco—, aunque confirman lo expresado por la Carta Apostólica del Beato Juan Pablo II Ordinatio Sacerdotalis, tienden en esta dirección. Corresponde ahora al discernimiento de los pastores evaluar qué otros ministerios podrían introducirse para las necesidades concretas de la Iglesia actual, asegurando así un reconocimiento eclesial adecuado a la diaconía de los bautizados, en particular de las mujeres. Este reconocimiento constituiría un signo profético, sobre todo cuando las mujeres aún sufren situaciones de discriminación de género».
Consideraciones finales
Permítame añadir un comentario personal después de haberme informado con cuidado (también gracias a la contribución de mis Colaboradores) sobre las principales tendencias conceptuales emergentes en el abundante material así como en los textos redactados por las diversas Comisiones.
La totalidad de la documentación —proveniente de las distintas Comisiones sucesivas— muestra que existe una intensa dialéctica teórica y existencial entre dos orientaciones teológicas: una sostiene que la ordenación del diácono es “ad ministerium” y no “ad sacerdotium”: este factor abriría la puerta a la ordenación de diaconisas.
La otra orientación, en cambio, insiste en la unidad del Sacramento del Orden sagrado, junto con el significado nupcial de los tres grados que lo constituyen, y rechaza la hipótesis del diaconado femenino; advierte, además, que si se aprobara la admisión de mujeres al primer grado del Orden, resultaría inexplicable su exclusión de los otros.
Los pronunciamientos de estas “escuelas” teológicas en antítesis y la falta de convergencia en cuestiones doctrinales y pastorales fundamentales, motivan —en mi juicio— el mantenimiento de una línea de prudencia evaluativa sobre el tema del diaconado femenino; esta elección debe ir acompañada de investigaciones de “radio global”, siempre mejor equipadas, y orientadas, con sabiduría visionaria, a explorar estos horizontes eclesiales.
En tal contexto se vuelve indispensable, como condición previa para futuros discernimientos, promover un examen riguroso y amplio —crítico— en cuanto al “diaconado en sí mismo”, es decir su “identidad” sacramental y su “misión” eclesial, clarificando ciertos aspectos “estructurales” y pastorales que actualmente no resultan enteramente definidos.
En esta “diakonia hacia la verdad”, la Iglesia debe actuar con “parresía” evangélica, pero también con la debida libertad evaluativa y transparencia discursiva.
Cabe también señalar que en muchas Diócesis del mundo no existe el ministerio del diaconado, y en continentes enteros esta institución sacramental está casi ausente. Allí donde existe, las actividades de los diáconos a menudo coinciden con funciones propias de ministerios laicales o de monaguillos en la liturgia, lo que suscita en el Pueblo de Dios preguntas acerca del significado específico de su ordenación.
Es necesario, además, subrayar que las distintas Comisiones fueron unánimes en señalar la necesidad de expandir los “espacios comunionales” para que las mujeres puedan expresar una participación y corresponsabilidad adecuada en los núcleos decisionales de la Iglesia, incluso a través de la creación de nuevos Ministerios laicales.
Al término de estas Consideraciones, considero importante subrayar que la Comisión ha insistido en la urgencia de valorar la “diakonia bautismal”, como fundamento de toda ministerialidad eclesial.
En este marco, debe ser cada vez mejor comprendida y desarrollada la “dimensión mariana”, como alma de toda “diakonia”, en la Iglesia y en la Humanidad.
Firma Mons. Denis Dupont-Fauville, quien desempeñó con dedicación y competencia el papel de Secretario de la Comisión.
Con la esperanza de haber ofrecido una aportación útil, me despido con filial devoción, confirmándole mi plena unidad de mente y de corazón con el Sucesor de Pedro.
Con estos sentimientos de profunda estima y completa proximidad pastoral, le pido Su paterna bendición, asegurándole con gratitud mi oración.
Roma, 18 de septiembre de 2025
En el Señor,
Card. Giuseppe Petrocchi — Presidente
Mons. Denis Dupont-Fauville — Secretario




HOY no hallé en los sitios web del Vaticano (Sede Petrina ni Città dello Stato Vaticano) un documento que se refiera a un ¿posible? Diaconado femenino.
Me gustaría que pusieras el vínculo a esa llamada “Comisión Petrocchi” (que oficialmente llevará otro nombre, y en latín).
No desmiento tus deducciones (tras pronunciamientos, por ej., de S. Juan Pablo Ii). Pero quiero conocer los odres nuevos, para que los odres viejos no se rompan y avinagren la doctrina oficial.
Gracias
eduardo martínez addiego
(Uruguay)