La ideología “trans” divide a los ateos
La más famosa e influyente organización atea de Estados Unidos se ha dividido porque sus principales miembros la acusan de ser "anticientífica". ¿La manzana de la discordia? La ideología de género.
Richard Dawkins, Steven Pinker, and Jerry Coyne los "jinetes" que han abandonado la FFRF (Ilustración de Jarryd Jäger, Western Standard)
Un poco de contexto
La organización atea más influyente, mejor financiada y reconocida en Estados Unidos es la Freedom From Religion Foundation (la Fundación para la Libertad de Religión), conocida por sus siglas FFRF.
La FFRF fue fundada por Anne Nicol Gaylor y su hija, Annie Laurie Gaylor, en 1976. Ambas eran fervientes defensoras del aborto, y habían llegado a la conclusión de que el peor enemigo para la "libertad" de las mujeres era la religión.
La organización se catapultó en marzo de 2011 cuando se fusionó con la Fundación Richard Dawkins para la Razón y la Ciencia, creada por uno de los famosos "jinetes del ateísmo" y autor del best seller antirreligioso El espejismo de Dios.
La FFRF publica libros, folletos y vídeos que niegan la existencia de Dios, y libra constantes batallas legales en Estados Unidos allí donde detecta que la religión cristiana recibe algún tipo de apoyo por parte del Estado —por ejemplo, un municipio que auspicia una representación pública del nacimiento de Jesús durante la Navidad—.
Comienzan los problemas
Todo era éxito y armonía en la FFRF, respaldada por figuras científicas de renombre como Richard Dawkins, Steven Pinker y Jerry Coyne.
Pero el 7 de noviembre de 2024, Kat Grant, una activista trans y atea, publicó un artículo titulado ¿Qué es una mujer? en Freethought Now! ("¡Librepensamiento Ahora!"), un sitio web operado por la FFRF. El artículo argumentaba que "cualquier intento de definir la feminidad en términos biológicos es inadecuado" y que "una mujer es quien dice ser".
Pero Coyne, uno de los miembros estrella de la fundación, —nada menos que un reputado biólogo evolucionista— reaccionó con vehemencia ante lo que consideró una aberración científica. En respuesta, escribió una refutación titulada La biología no es intolerancia, en la que explicaba que la definición biológica de “mujer” era científicamente inexpugnable y se basaba en el tipo de gameto que un ser humano posee. Es decir, ciencia pura.
La refutación de Coyne se publicó inicialmente en Freethought Now!. Sin embargo, la FFRF decidió retirar el artículo por considerarlo ofensivo para el colectivo trans. El 27 de diciembre, la fundación emitió un comunicado en el que afirmaba:
"Publicar el artículo (de Coyne) fue un error de juicio y hemos decidido eliminarlo porque no refleja nuestros valores ni principios".
Pero Coyne no se quedó callado. No solo publicó su artículo en otro medio ateo, sino que escribió una demoledora columna de opinión en el Wall Street Journal, irónicamente titulada Perdiendo mi no-religión.
En el artículo Coyne afirma:
"Como biólogo evolutivo, me uní a la Fundación para la Libertad de Religión porque apoyaba su labor de proteger la barrera entre la religión y el gobierno, educar al público sobre cómo ser moral sin fe y, lo más importante, defender la ciencia y la racionalidad por encima del dogma y la superstición. Formé parte de un consejo asesor de la FFRF, y la fundación me otorgó su premio anual 'El Emperador está Desnudo' en 2011.
Renuncié porque la fundación abandonó la ciencia. Otros dos miembros del consejo, Steven Pinker y Richard Dawkins, se unieron a mí".
Después de explicar la controversia en torno a su artículo publicado y luego eliminado, Coyne básicamente señala que la FFRF es peor que las más fanáticas de las religiones que dice criticar. Y lanza esta bomba:
"En muchos sentidos, la ideología transgénero no se diferencia del dogma religioso al que se opuso la FFRF. Insiste en doctrinas manifiestamente falsas ('las mujeres trans son mujeres'), recurre a razonamientos circulares ('una mujer es quien dice ser') y afirma el dualismo mente/cuerpo ('tu autoconcepto es más real que tu sexo real').
También anatematiza la herejía y la blasfemia (tachando a los disidentes de 'transfóbicos'), intenta silenciar a los críticos que plantean contraargumentos válidos, busca hacer proselitismo infantil en las escuelas y excomulga a los críticos (J.K. Rowling es el ejemplo más conocido). Al igual que los fundamentalistas religiosos, quienes defienden estas posturas tienen la firme convicción de que son moralmente correctos y saben qué es lo mejor para ellos y la sociedad. Discrepar es inmoral; un pecado, podría decirse".
Y para rematar la crítica, Coyne recurre a una referencia al gnosticismo… ¡tomada de un sitio web católico!
"El camino de la FFRF hacia las posturas cuasirreligiosas fue largo, pavimentado por filósofos seculares y los movimientos que estos generaron. Incluye la visión gnóstica de que la verdadera identidad va mucho más allá del cuerpo físico. Como señala un sitio web católico que compara el gnosticismo con el transgenerismo: 'El concepto subyacente es el mismo: quienes 'realmente' somos no son nuestros cuerpos, sino una especie de 'ego' interior, o 'yo', que constituye nuestro verdadero ser. Es fundamental que el cuerpo se ajuste a ese verdadero ser'".
Y así concluye Coyne:
"La FFRF no solo ha abandonado la ciencia, sino que también ha suprimido el debate y la polémica sobre su decisión. Dada la aceptación por parte de la organización de dogmas casi religiosos y acientíficos, me enorgullece proclamarme hereje".
Jerry Coyne se muestra acertado cuando descubre la deriva gnóstica, presente en el movimiento transgénero: Se trata, en el fondo, de una deriva hacia el propio ego, como auto-determinante. Pero, más aún, haremos bien en relacionar la antigua y nueva gnosis con diversas tendencias de la sub-cultura “woke”.
Veamos:
La gnosis (el conocimiento salvífico propio de los iniciados, de los iluminados), responde –aunque equívocamente– a nuestra natural tendencia de realización personal. Por esto, siempre será atractiva.
Mediante la gnosis secularista (no religiosa) se busca la realización individual, autónoma, desligada de Dios. Se pone la confianza, entonces, en las propias potencialidades e inclinaciones, con despreocupación de si sean objetivamente justas o no. Más aún, pretende dictaminar qué sea bueno y que no, según el capricho individual, o según el consenso de quienes piensen de manera parecida. De aquí se llega al relativismo valorativo y, en fin, al iuspositivismo.
El núcleo básico de esta gnosis está presente, con multiformes vestidos, en toda época. Incluso, podemos remontar su raíz hasta nuestros primeros padres, apetentes del conocimiento, autónomo, del bien y del mal. Todos somos susceptibles a ella. Se la ha llamado, con términos provocadores: iluminación, ilustración, autosuperación, despertar (woke). En fin, es eco de la arcana tentación “seréis como dioses” (cf. Gn 3, 5), o sea, la supuesta adquisición de conciencia de la propia suficiencia para lograr la autoliberación, sin verdadera renuncia a cuanto contradice las exigencias de la propia naturaleza –o sea, el pecado–, sin la necesaria conversión a Dios.
Su fruto, moralmente, es el egoísmo (el enroscamiento sobre el propio yo, como expresaba San Agustín). Su antagonista es la autodonación por el amor –difundido por Dios en nuestros corazones (cf. 2Cor 4, 6) –característica de la “gnosis” cristiana.
Con la finalización de la organización socio-política de la cristiandad, se ha posicionado la gnosis no cristiana, como estandarte, de un modo llamativo, en la cultura de los últimos siglos. Ya el ilustrado del siglo XVII se consideraba librepensador, emancipado de prejuicios –en especial, religiosos y, en consecuencia, morales; él viene a corresponder al actual woke (despierto), que caracteriza a la modernidad secularizada –que, como dije, tampoco es sólo de hoy: “Nada nuevo hay bajo el sol” (Qo 1, 9).
En fin, ahora, ¿cómo nos entendemos, en cuanto modernos? He aquí una respuesta común: Nos consideramos autónomos –emancipados de imposiciones externas–, y, por tanto, creadores de nosotros mismos. De ahí las expresiones en uso: “Sé tú mismo”, “mi libre auto-determinación”…
Pero, por otra parte, al escindirnos de referentes estables, perdemos la seguridad de una identidad más o menos definida, tenemos dificultad para configurarnos con algún modelo normativo, nos fascinamos por el devenir, somos presas de ensueños. Pretendemos configurarnos a nosotros mismos, en cada momento, sin un punto de inicio, ni de llegada… Cada cual se modela según sus momentáneas decisiones, sin una dirección determinada.
Paradójicamente, ante la incertidumbre, ante la pérdida de sentido, podemos buscar un sucedáneo en sistemas impositivos, de tendencia totalitaria. En este sentido, se explica la afición de los propaladores del "despertar" (woke) por los regímenes de tendencia totalitaria (incluyendo el islam).
En fin, ¡qué confusión! sólo sanada por Jesucristo, camino, verdad y vida (cf. Jn 14, 6).