Es la hora de cerrar el Diario de los Obispos Italianos
La repulsiva cobertura de la muerte de Charlie Kirk demuestra que el Avvenire es un nido ideológico corrupto irredimible
Recuerdo claramente, al inicio de mi carrera periodística —aún no cumplía 20 años y cuando internet era apenas una quimera— haber traducido del italiano una nota para la entonces naciente Agencia Católica de Informaciones. El título era: “Salvemos el Avvenire”. Allí descubrí —y luego expliqué— que Avvenire era un viejo diario católico fundado y financiado por los obispos italianos para ofrecer a los fieles una voz capaz de contrarrestar el laicismo creciente y la popularidad del comunismo en Italia.
Incluso san Juan Pablo II apeló en su momento a los católicos del país para salvarlo de la bancarrota.
En mi primer viaje a Italia como periodista —antes había estado solo como mochilero— pregunté por Avvenire y me alegró saber que había sido confiado a la administración competente de miembros de Comunión y Liberación, movimiento italiano muy cercano a Juan Pablo II.
Pero los verdaderos problemas de Avvenire (“El Porvenir”) no comenzaron en su época de carestía, sino cuando, gracias al dinero que la Iglesia en Italia recibe a través de la recaudación de impuestos —dinero que, dicho sea de paso, comparte generosamente con Iglesias más pobres del mundo— el diario se convirtió en un cómodo lugar de trabajo. Poco a poco cayó en manos de un mediocre cogollo intelectual de izquierda, menos católico que muchos periódicos seculares italianos.
La ceguera política llegó a su extremo con el asesinato de Charlie Kirk, cuando Avvenire abrió su portada con un subtítulo infame: “Una vez más en la sangre se apaga el veneno de las palabras”. Quedaba claro que el “veneno” era Kirk.
Ni el más radical diario neocomunista se atrevió a una injusticia tan grotesca. La supuesta “noticia de crónica” fue un catálogo de acusaciones: “lavador de cerebros”, “negacionista del cambio climático”, “de opiniones racistas”, que, según el “objetivísimo” autor, probablemente fue asesinado por “un fanático de MAGA, decepcionado por la vacilación del presidente (Trump) en materia de inmigración”. En resumen: Kirk era culpable de su propia muerte. Y ni una palabra de compasión por sus hijos pequeños o su esposa. Apenas días después, otra nota mencionó de paso a Erika Kirk, señalando con displicencia lo “bien manicuradas” que estaban las manos con las que sostenía el Rosario ante el público doliente.
¿Se puede ser más ideológicamente fanático, sociópata y cruel? ¿Y esto en un diario católico que habla en nombre de los obispos de Italia?
La caída en picada
Este abismo no surgió de la nada. Tras la renuncia de Benedicto XVI, Avvenire se transformó en el juguete ideológico de un grupo de editores y redactores no solo radicalmente de izquierda, sino también favorables al aborto, a la eutanasia y al “matrimonio” homosexual. Con el dinero de la Iglesia, a través del Estado italiano, y acostumbrados a la impunidad, han conducido al periódico a su tráfico más bajo en la historia, con una cobertura mediocre de noticias eclesiales y locales.
Hoy sirve básicamente para dos cosas: aplaudir sin respiro cualquier gesto del Papa —al fin y al cabo, el Pontífice es la autoridad inmediata de los obispos italianos— y abrir sus páginas a comentarios insulsos, repetitivos, intelectualoides que nadie respeta, ni siquiera la izquierda cultural italiana.
La mejor manera de “salvar” al Avvenire sería, paradójicamente, dejar de financiarlo y dejarlo morir por su propio peso. Permitir a sus actuales “dueños” ideológicos que lo sostengan con sus propios medios y descubran, por una vez, los beneficios del libre mercado y el verdadero veredicto del público católico.
Pidiendo el cambio de doctrina
En 2020, Luciano Moia, editor de un suplemento mensual, publicó con el bombo del propio diario el libro Chiesa e Omosessualità, Un’inchiesta alla luce del magistero di papa Francesco (Iglesia y homosexualidad: una investigación a la luz del magisterio del papa Francisco)
La obra incluía un prefacio de Marco Tarquinio, director de Avvenire, y una entrevista-prólogo nada menos que del cardenal Matteo Zuppi, entonces arzobispo de Bolonia.
En la introducción, Tarquinio explicaba que el libro pretendía ofrecer testimonios “como recurso para el acompañamiento pastoral” y “una contribución equilibrada y constructiva al debate actual en la Iglesia, según las indicaciones surgidas de los últimos sínodos de obispos y de las palabras del Papa”.
Pero ya en el primer capítulo, Moia admitía que la intención era proponer un cambio en la antropología cristiana, lo que exigiría un giro doctrinal contrario al Catecismo de la Iglesia Católica y a la doctrina expresada por la Congregación para la Doctrina de la Fe.
¿Pornografía infantil? No hay problema
Ese mismo año, el crítico de televisión de Avvenire Andrea Fagioli se atrevió a defender Cuties, la controvertida película de Netflix acusada de sexualizar a niñas preadolescentes, que desató un debate internacional y el mayor boicot en la historia de la plataforma.
Mientras la periodista liberal Izzy Schifano advertía que en el filme abundaban “morderse los labios, hacer twerking, agacharse y rebotar sobre las rodillas... Algunos bailes eran tan gráficos que realmente no pude verlos”, Avvenire aseguraba que Cuties era “una película dura, pero educativa” y que “no gira en torno a una ‘sexualización escandalosa de adolescentes’ ni ‘simula de forma obvia la pedofilia’”.
Avvenire no mencionó las escenas interminables de bailes obscenos, ni a las niñas de 11 años apenas vestidas actuando para adultos, ni los planos dirigidos a sus partes íntimas, ni la desnudez de una adolescente. ¿Consecuencias para el diario? Ninguna. Ni corrección, ni disculpas. La burocracia enquistada siguió funcionando: dinero hay, vigilancia no.
A favor del aborto
Otro escándalo estalló cuando Avvenire publicó con prominencia una carta defendiendo la Ley 194 que legalizó el aborto en Italia.
El firmante, Angelo Moretti, coordinador de Cáritas en Benevento, reconocía que “interrumpir un embrión es interrumpir una vida”, pero añadía que “la Ley 194 no es una ley contra la vida y puede ser aceptada por los católicos”.
El diario, órgano oficial de los obispos italianos, no solo dio espacio a la carta: omitió toda réplica o argumento contrario.
Una carta al cardenal Zuppi
La repulsiva cobertura del asesinato de Kirk desató la reacción de Simone Pillon, exsenador italiano, católico y padre de tres hijos. En su cuenta de X publicó una carta abierta al cardenal Zuppi, presidente del episcopado italiano, pidiéndole intervenir.
Esta es la carta íntegra que Pillon, pro vida y fundador del Family Day le dirige a Zuppi:
¿Es este un periódico católico?
Su Eminencia Zuppi,
Le ruego que me disculpe por escribirle otra carta abierta, y lo hago de nuevo por Avvenire.
Me entristece y me amarga la publicación del periódico de los obispos sobre el grave atentado que le costó la vida a Charlie Kirk.
Charlie era cristiano, esposo y padre, asesinado por dar testimonio de su fe y sus creencias mediante el diálogo y la persuasión.
Amaba profundamente a Jesús y a la Virgen María, y en cada oportunidad defendió la vida desde la concepción, la familia, el matrimonio y la libertad de criar hijos.
Lo hizo con fuerza, con pasión, pero siempre con respeto. Por favor, vea uno de sus videos y seguramente estará de acuerdo.
Se puede estar de acuerdo o no con sus posturas y su tono, pero creo que debemos un respeto absoluto a una persona que dio la vida por sus ideas.
Sin embargo, en las páginas del periódico CEI (Conferencia Episcopal Italiana) no hay rastro de respeto. Leí algunos pasajes con ella:
"Veneno en sus palabras", "criado en los suburbios ricos", "nunca se graduó", acusado de practicar "lavado de cerebro", promotor de "desinformación sobre la COVID" y "negacionista del cambio climático": estas son las palabras e insinuaciones (¡venenosas, sí!) que impregnan los artículos que el antiguo periódico católico dedica a Kirk, desde el título.
También me parece completamente abominable el análisis profundo que intenta, sin siquiera disimularlo, culpar de lo sucedido a la propia víctima, culpable de defender la Segunda Enmienda (de la constitución norteamericana). Esto se hace con expresiones alejadas de la verdad e intolerables en un contexto de duelo, como, por ejemplo, "para muchos estadounidenses, la Biblia y un arma son lo mismo". El mismo artículo equipara el presunto asalto al Capitolio con el ataque a Trump, difama a Kirk atribuyéndole opiniones racistas que nunca compartió y concluye prediciendo que su asesino probablemente fue "un fanático de Maga, decepcionado por la vacilación del presidente en materia de inmigración".
En resumen, Su Eminencia, en mi opinión, esta es una obra maestra de insinuaciones venenosas y acusaciones inaceptables e infundadas, todas ellas orientadas, si no a justificar lo sucedido, sí a respaldar la teoría de "ÉL SE LO BUSCÓ" y a culpar directamente al bando conservador.
¿De verdad estas son las únicas palabras que el periódico de los obispos italianos, su periódico, puede pronunciar ante un hombre de 31 años asesinado de un disparo de escopeta en la yugular?
¿De verdad no puede pronunciar una palabra de condolencia por su horrible muerte, de agradecimiento por su compromiso, de sufragio por su alma, de ternura por su viuda y sus dos hermosos hijos? ¿De verdad se puede publicar solo ataques y acusaciones más o menos veladas contra una persona que ya no puede defenderse porque está encerrada en un ataúd?
Avvenire ya no es un periódico católico, ni siquiera cristiano.
En mi opinión, ahora se asemeja al órgano de prensa de una izquierda rencorosa e ideológica que se esconde tras altares para promover sus propias ideas.
Mis palabras pueden parecer exageradas, pero le aseguro, Eminencia, que no es solo mi sentimiento, sino el de muchos.
Espero sinceramente que pueda leer esta carta y que comparta, al menos en parte, mis argumentos, y actúe en consecuencia. Les pido esto de corazón, apelando a su conciencia personal: devuelvan a los católicos italianos de todo tipo un periódico serio y objetivo que centre la fe en el Señor Jesús, que evangelice, que ayude a vivificar la fe en la historia cotidiana, que no difunda veneno y que informe los hechos sin recurrir a la propaganda política (ni de izquierdas, como ha hecho durante años, ni de ningún otro tipo).
Les agradezco su atención y, una vez más, me atrevo a pedirles una respuesta, si no con palabras, al menos —espero— con hechos."
La conclusión es evidente: el diario que alguna vez el mismo Papa San Juan Pablo II quiso salvar hoy está irremediablemente perdido. Lo único verdaderamente católico que queda por hacer es cerrar el Avvenire.