El “trans” que quiso matar la Fe
El atacante de la Iglesia católica Minneapolis no solo dejó muertos detrás de su cobarde ataque… también ejemplos asombrosos de amor cristiano
Los dos niños asesinados por el trans “Robin” Westman: Fletcher Merkel, de 8 años, y Harper Moyski, de 10
El ataque en la Iglesia de la Anunciación, en Minneapolis el 28 de agosto no solo dejó muertos y heridos: también ha revelado, en los días siguientes, las historias de coraje, fe y solidaridad que emergieron en medio del horror.
¿Qué sabemos del asesino?
Según las autoridades, “Robin” Robert Westman, un perdedor de 23 años, usó un rifle, una pistola y una escopeta —todas adquiridas de forma reciente— para disparar desde el exterior de la iglesia a través de las ventanas, antes de suicidarse en la parte trasera del edificio. Durante los registros de su propiedad se encontraron más armas.
Westman había sido alumno de la Escuela Católica Annunciation, confirmó la policía el 28 de agosto. Un excompañero lo describió como un “niño raro” que “intentaba hacer amigos”. Su madre, Mary Westman, trabajó anteriormente en la parroquia, según registros y publicaciones en redes sociales.
El tirador era “transgénero.” Los documentos judiciales muestran que en 2019 su madre presentó una petición para cambiar su nombre, alegando que “la menor se identifica como mujer y quiere que su nombre refleje esa identificación”. El cambio se aprobó en 2020, cuando “Robin” -en la realidad Robert- tenía 17 años.
En el lugar del tiroteo se recuperaron 116 casquillos de rifle, tres de escopeta y un cartucho de pistola. Las puertas cerradas de la iglesia durante la Misa “probablemente evitaron un incidente peor”, dijeron las autoridades; aunque Westman intentó bloquear una de ellas desde el exterior para impedir la salida de los asistentes.
Los diarios incautados en su residencia revelan semanas de preparación: simulacros en campos de tiro, dinero prestado de familiares para adquirir armas y cientos de páginas escritas en cirílico donde describía la escuela como un “blanco fácil”. En una entrada de julio advirtió sobre no enfrentarse a padres que pudieran estar armados y expresó su intención de esperar al inicio del curso para atacar a un grupo grande de niños. El “trans” además atravesaba una “ruptura sentimental” poco antes de aparecer en la iglesia a matar.
Una nota de suicidio dirigida a su familia confesaba planes de larga data para cometer el tiroteo y reflejaba un estado de profunda depresión. El ataque dejó dos estudiantes muertos y 20 heridos, la mayoría niños.
El tema para otra ocasión es el perturbador patrón de que la mayoría de los atacantes de iglesias o escuelas cristianas en los últimos años son “trans” o “no binarios”.
Sebastian Gorka -autoridad reconocida internacionalmente en seguridad nacional, estrategia y contraterrorismo-lo explicó en una entrevista en CNN:
"En solo un par de años, hemos visto siete tiroteos masivos que involucran a personas de naturaleza transgénero."
Historias de gracia y amor
A pesar del horror, han emergido testimonios de valentía, gracia y caridad.
En efecto, instantes después de que los disparos irrumpieron en la iglesia, niños con uniformes escolares se agacharon en los bancos; pero algunos de ellos se lanzaron sobre sus compañeros para protegerlos. Médicos y personal de emergencias elogiaron a estudiantes y profesores por seguir el entrenamiento contra tiradores activos.
Una niña, Lydia Kaiser, recibió un disparo al proteger a su “pequeño amigo”, mientras su padre, profesor de gimnasia, ayudaba a evacuar a otros niños.
Endre, un niño de 13 años herido de dos balazos, le pidió al médico, una vez internado en el hospital: “¿Puede rezar conmigo?”. Según su tía, la petición conmovió al equipo quirúrgico, que ha comenzado a rezar en grupo desde entonces.
Matthew Stommes, que estaba sentado al fondo con sus hijos, describió la confusión inicial: “No sabíamos qué estaba pasando durante esos primeros segundos que parecieron minutos”. Relató que el sacerdote, el diácono y el director de la escuela en vez de echarse al suelo o buscar refugio, decidieron guiar a los participantes de la Misa.
Entre los heridos estaba Sophia Forchas, de 12 años, hija de una enfermera de cuidados intensivos que, al llegar a su turno, descubrió que debía atender a su propia hija. Tras una cirugía de urgencia, Sophia se encuentra en recuperación: “Su camino por delante será largo, incierto e increíblemente difícil, pero es fuerte y no está sola”, dijo un familiar.
Dos ángeles
Los padres de los dos niños asesinados pidieron que ellos sean recordados por su vida y no solo por la tragedia.
Jesse Merkel, padre de Fletcher, de 8 años, pidió entre lágrimas: “Por favor, recuerden a Fletcher como la persona que era y no por el acto que acabó con su vida”.
Los padres de Harper Moyski, de 10 años, señalaron que esperan que la memoria de su hija impulse cambios en la lucha contra la violencia armada y la atención a la salud mental: “El cambio es posible y necesario, para que la historia de Harper no se convierta en una más en una larga lista de tragedias”, expresaron.
El poder de la oración
La tragedia encendió un debate nacional cuando el alcalde de Minneapolis Jacob Frey y el gobernador de California, Gavin Newsom, ridiculizaron el valor de las oraciones frente a la necesidad de “acción”. “Los niños (asesinados por el agresor) estaban literalmente rezando”, escribió Newsom en X.
Las declaraciones fueron duramente criticadas por líderes católicos, incluido el obispo Robert Barron. Pero el testimonio más elocuente vino de un estudiante de 13 años: Javen Willis.
Javen estaba dentro de la iglesia cuando empezó el tiroteo. En una entrevista con el programa TODAY, relató cómo logró mantener la calma y guiar a otros:
“En ese momento, solo podía pensar en mantener a todos lo más seguros posible. Así que les dije a mis dos amigos que se agacharan y se metieran debajo del banco… sabía que tenía que intentar mantener a salvo a la mayor cantidad de gente posible a mi alrededor”.
Bajo el banco, comenzó a rezar y luego decidió salir para ayudar: “Oré, dije mis pocas oraciones. Y entonces me di cuenta de que no podía quedarme aquí sentado… con Dios de mi lado, estaría bien. Así que intenté ir a ayudar a mis compañeros de clase, tratar de mantenerlos tranquilos y a salvo”.
Su madre, Melissa, describió el reencuentro: “Lloré sin parar. Le di gracias a Dios, lloré y lo abracé. Y, por suerte, fui una de las personas que pudo ver a mi hijo al llegar”.
Una comunidad responde
Entre los heridos se encuentra Genevieve Bisek, de 11 años, amante de los animales y del aire libre. Su habitación en la UCI se ha llenado de tarjetas hechas a mano por sus compañeros, decoradas con cuentas y estrellas brillantes. “Todas estas tarjetas hechas a mano son absolutamente adorables y emotivas”, dijo su tía, Wanda Stipek, a Associated Press.
Genevieve despertó de la sedación preguntando por otros niños. “No puedo decir que desearía que esto no me hubiera pasado, porque tampoco quiero que le pase a nadie más”, le confió a su madre.
La familia Merkel, vecina de los Bisek, perdió a Fletcher en el ataque. Genevieve aún no sabe que su amigo fue una de las víctimas.
Las muestras de apoyo —donaciones, cintas en los árboles, mensajes en línea— han sostenido a las familias. “A veces pensamos que el mundo está lleno de gente mala. Pero nos conmueve mucho la bondad”, reflexionó Stipek. “Todas esas cosas demuestran amor y apoyo, y nos ayudan a saber que hay bondad ahí fuera. Creo que eso es parte del proceso de sanación”.
Ave Maria
Cordial saludo, de Octavio Rodríguez.
Alejandro:
Soy asiduo y entusiasta seguidor de tus contribuciones, siempre tan sabias y orientadoras.
En el caso del joven Robert Westman, has asociado trangenderismo y conducta antisocial. Considero es provechoso mirar, más a fondo, algo que acaso precedió a su confusión de identidad sexual: su abandono de la fe y su fascinación por el ocultismo y, más en concreto, por el satanismo. De hecho, en el impulso para la barbarie cometida, según algunos analistas, probablemente estuvo el sacrificio ritual de víctimas inocentes, seguido de su auto-inmolación.
El tema tiene importancia. Precisamente, en algunos países, hay presión para la aprobación de la brujería y del satanismo, dentro del marco de una supuesta libertad de cultos.
Aquí en Colombia -desde donde escribo- aunque, legalmente, están aceptados los "cultos ancestrales", en el mes pasó se cursó, ante las cámaras legislativas, un proyecto de ley para dar estatuto legal al espiritismo, brujería y satanismo. El intento falló -al menos por ahora-, en parte, debido a una reacción popular en contra.
Periodistas serios relatan la vinculación de eminentes políticos con prácticas de brujería.