El Papa salvó el Jubileo de los influencers
León XIV rescató un programa de plomo marcado por un jocoso gafe con la marihuana y el vicio de lugares comunes
Durante el encuentro con los influencers, el Papa León bendice al hijo de Lila Rose, una de las influencers pro vida más importantes de Estados Unidos. Foto: Vatican Media
Mientras los medios —católicos y seculares— se volcaron con entusiasmo sobre la gran semana del Jubileo de los Jóvenes, que culminará este domingo con una multitudinaria Misa presidida por el Papa León XIV en Tor Vergata, otro evento jubilar se llevaba a cabo en Roma, aunque con bastante menos atención: el jubileo de los “influencers” y “misioneros digitales” de todo el mundo.
El evento, que congregó en la Ciudad Eterna a uno de los grupos más prometedores para la evangelización del presente y del futuro, recibió sobre el papel un trato de alfombra roja: Misas solemnes, reuniones especiales, paseos por los jardines vaticanos y un encuentro con lo que debía ser una constelación de figuras inspiradoras.
Un plomazo
El encuentro principal se celebró en el Auditorio della Conciliazione, sobre la vía del mismo nombre que conecta el Tíber con la Basílica de San Pedro. El auditorio, propiedad del Vaticano, ha sido entregado en concesión a una empresa privada.
Las imágenes y videos del encuentro muestran una audiencia entusiasta y diversa, un verdadero signo de esperanza para la presencia católica en el mundo digital. Lamentablemente, la organización pareció haber hecho todo lo posible por evitar cualquier inyección de novedad, ingenio o rostros frescos.
Como señaló —con su característico tono incisivo— el sitio Silere non possum, el evento “escuchó un desfile de rostros familiares y desgastados, aferrados a roles cuya credibilidad es tan precaria como las sillas que ocupan. ¿El resultado? Un despliegue cansado de retórica vacía, tan estéril y autorreferencial que hacía añorar el silencio”.
El encargado de abrir la jornada fue el cardenal Pietro Parolin. Su presencia, como Secretario de Estado, revestía el acto de importancia eclesial, aunque no ofreció ninguna idea novedosa para un público que —literalmente— se encuentra en la frontera de la evangelización contemporánea.
Le siguió el jesuita Antonio Spadaro, conocido no precisamente por sus aportes pastorales sino por sus múltiples cuentas en X (antes Twitter), desde donde solía hostigar, burlarse y retuitearse a sí mismo hasta que fue descubierto. Según Silere non possum, recientemente protagonizó una nueva peripecia: “publicó una portada falsa, presentando una antigua entrevista con el cardenal Prevost como nueva y exclusiva. ¿Cuándo salió a la luz la verdad? Pidió a la editorial que asumiera la culpa. Sin embargo, había promocionado con orgullo la portada en redes sociales durante semanas. Esa es la idea de responsabilidad de Spadaro: falsificar, mentir, desviar la atención”.
En resumen: el campeón de las malas prácticas digitales, que además considera que compartir mensajes religiosos en redes es un vulgar “bombardeo ideológico”.
Luego intervino Paolo Ruffini, prefecto del Dicasterio para las Comunicaciones, y hasta hace poco defensor del uso sistemático de las obras de arte del jesuita Marko Rupnik, hasta que el Papa León decidió poner fin al disparate. ¿Su discurso? Otro más en la lista del déjà vu.
A continuación, la estadounidense Kim Daniels, directora de la “Iniciativa sobre Pensamiento Social Católico y Vida Pública” de la Universidad Georgetown, moderó un panel. En su calidad de coordinadora de un grupo de estudio sinodal sobre “la misión en el entorno digital”, compartió conmovida su revelación: el entorno digital “es un verdadero territorio de misión donde las personas buscan genuinamente a Dios y expresan profundas necesidades espirituales”. No parece un descubrimiento que haya dejado boquiabiertos a los evangelizadores digitales presentes.
La hermana Nathalie Becquart, subsecretaria del Sínodo de los Obispos, añadió más material reciclado: “Vivir la misión de la Iglesia en esta cultura digital hoy significa y requiere ser una iglesia sinodal”.
El desfile de lugares comunes
En resumen, aunque se puede discrepar con el tono, es difícil no coincidir con el veredicto de Silere non possum:
“¿De qué sirve que estas élites autocomplacientes se dirijan a los influencers si no tienen nada que ofrecer? Los verdaderos influencers deben hablar de la verdad, mostrar el mundo tal como es, no como la burocracia de la Iglesia desea que sea. Basta de narrativas y ministerios digitales. Lo que se necesita son ojos abiertos, una postura erguida y un rechazo inflexible a las mentiras. Porque sin verdad, no hay evangelización. Sin credibilidad, las palabras son solo ruido”.
Por si fuera poco, el encuentro incluyó un gaffé digno de sátira. En un momento, como gran iniciativa digital colectiva, se invitó a los influencers a publicar un post en Instagram con el hashtag #turnuppeace.
¿El problema? Lo explica, sin pestañear, el asistente de inteligencia artificial de Meta:
“El hashtag #turnuppeace parece estar asociado con una empresa de cannabis (marihuana) llamada Turn, que ofrece una gama de productos, incluyendo vaporizadores y flores. Cabe destacar que el término ‘¡Turn! ¡Turn! ¡Turn!’ también es el título de una canción clásica de los Byrds, lanzada en 1965. La canción, escrita por Pete Seeger, se convirtió en un gran éxito y alcanzó el número uno en la lista Billboard Hot 100 de EE. UU.”
¿Evangelizar las redes sin siquiera saber usar una herramienta básica de IA? ¿En serio?
Como en las películas de vaqueros
Y sin embargo, ni los organizadores ni los influencers —muchos de ellos auténticos pioneros digitales, aunque ya muy lejos de la juventud— regresaron con las manos vacías. El Papa León XIV salvó la jornada, como la proverbial caballería de los Westerns, no solo con su encuentro personal en San Pedro, sino con la potencia de su mensaje.
Como resumió la periodista Nicole Winfield de Associated Press:
“El papa León XIV recibió el martes una bienvenida digna de una estrella de rock en el festival de influencers católicos del Vaticano —sacerdotes, monjas y fieles que usan sus redes sociales para predicar y enseñar la fe—, instándolos a garantizar que las relaciones humanas no se vean afectadas por la expansión de los ecosistemas digitales y la inteligencia artificial.”
“El primer papa estadounidense de la historia fue asediado por cientos de influencers, con sus celulares en alto para transmitir el encuentro, a su llegada a la Basílica de San Pedro después de una misa especial. Los peregrinos han llegado a Roma para una celebración especial del Año Santo de los llamados ‘misioneros digitales’, parte del Jubileo de una semana del Vaticano para los jóvenes, que culmina este fin de semana con una vigilia y una misa en un vasto campo a las afueras de Roma.”
Pero lo más impresionante fue el discurso mismo del Papa, que merece leerse completo. Comenzó casi como comenzó su pontificado, deseando que “La paz esté con todos nosotros. En nuestros corazones y en nuestras acciones,” porque “esta es la misión de la Iglesia: anunciar la paz al mundo. La paz que viene del Señor, que venció a la muerte, que nos trae el perdón de Dios, que nos da la vida del Padre, que nos indica el camino del Amor.”
Y continuó con fuerza misionera:
“...hoy, quizás más que nunca, necesitamos discípulos misioneros que lleven al mundo el don del Resucitado; que den voz a la esperanza que nos da Jesús vivo, hasta los confines de la tierra; que lleguen a dondequiera que haya un corazón que espera, un corazón que busca, un corazón que necesita. Sí, hasta los confines de la tierra, hasta los confines existenciales donde no hay esperanza”.
El Papa no eludió los retos de la era tecnológica:
“La ciencia y la tecnología influyen en la forma en que nosotros vivimos en el mundo, afectando incluso al modo de entendernos a nosotros mismos, de relacionarnos con Dios y los unos con los otros. Pero nada de lo que proviene del hombre y su creatividad debe utilizarse para socavar la dignidad de los demás. Nuestra misión, la misión de ustedes, es nutrir una cultura de humanismo cristiano, y hacerlo juntos. Esta es la belleza de la ‘red’ para todos nosotros.”
Y finalmente, ofreció una de esas imágenes que quedarán:
“Les hago un llamado a todos ustedes: ‘que vayan a reparar las redes’. Jesús llamó a sus primeros apóstoles mientras reparaban sus redes de pescadores.”
“También lo pide a nosotros, es más, nos pide hoy construir otras redes: redes de relaciones, redes de amor, redes de intercambio gratuito, en las que la amistad sea auténtica y sea profunda. Redes donde se pueda reparar lo que ha sido roto, donde se pueda poner remedio a la soledad, sin importar el número de los seguidores —los followers—, sino experimentando en cada encuentro la grandeza infinita del Amor. Redes que abran espacio al otro, más que a sí mismos, donde ninguna ‘burbuja de filtros’ pueda apagar la voz de los más débiles. Redes que liberen, redes que salven. Redes que nos hagan redescubrir la belleza de mirarnos a los ojos. Redes de verdad. De este modo, cada historia de bien compartido será el nudo de una única e inmensa red: la red de redes, la red de Dios.”
Un grande. Sin filtros.