El Papa de la Paradojas
Una analista católica aborda con franqueza los desafíos que el Papa Francisco deja tras de sí… y que los cardenales deberán considerar al elegir a su sucesor
Kelsey Reinhardt, directora de Medios y Evangelización de la organización Catholic Vote, ha publicado un honesto y necesario análisis de las contradicciones que marcaron el pontificado del Papa Francisco. Escrito con sincero aprecio por el Papa difunto y con evidente caridad, no ignora sin embargo realidades que no pueden ser ignoradas en el difícil proceso de elegir al próximo Vicario de Cristo en la tierra.
Comparto aquí su artículo traducido al español y publicado originalmente en inglés bajo el título de The Pope Of The Peripheries And Of Paradox
El Papa de las Periferias y de la Paradoja
Al enterrar al Papa Francisco, hombre a quien se le confió la asombrosa tarea de guiar a 1.400 millones de católicos en todo el mundo, debemos reconocer que fue un papa que inspiró devoción, pero también desilusión.
El primer papa no europeo en más de un milenio, el primer jesuita en ocupar la Cátedra de Pedro y el primero en tomar el nombre de Francisco —en honor al santo de la humildad y la pobreza radical—, llegó al papado con el poder del simbolismo ya a su lado. Pero los símbolos por sí solos no crean un legado. Su pontificado ha estado marcado por profundas paradojas, extraordinarios acontecimientos globales y el implacable escrutinio de una era digital que magnifica cada gesto, cada silencio y cada palabra, dándoles un significado global.
El Papa Francisco lideró la Iglesia Católica en un momento en que las cuestiones de identidad, historia y autoridad moral se renegociaban ferozmente en todos los ámbitos de la vida pública: Desde el auge de la ideología "woke" y la deconstrucción de estructuras sociales arraigadas, hasta las contracorrientes del resurgimiento cultural y la resistencia nacionalista, el mundo que rodeaba a la Iglesia estaba cambiando, más rápido y de forma más profunda que nunca.
Ante ese mundo, Francisco mostró una increíble y convincente sensibilidad pastoral al acoger ante los ojos del mundo a los más enfermos y oprimidos, convirtiéndolo en una figura querida entre muchos.
Ningún momento capturó mejor la soledad espiritual y el liderazgo universal de Francisco que la noche del 27 de marzo de 2020. Mientras el mundo se tambaleaba por la conmoción de una pandemia mundial, Francisco permaneció completamente solo en el vacío empapado por la lluvia de la Plaza de San Pedro. Su figura solitaria, pequeña bajo el peso de una sotana blanca empapada, iluminada por las antorchas parpadeantes ante la Eucaristía, se convirtió en un icono del dolor y la esperanza global. No tronó. Rezó. No ofreció una solución. Permaneció allí, en el silencio de ese momento inolvidable. Sin embargo, aunque insistió en que la doctrina de la Iglesia no podía ni quería cambiar, muchos católicos hastiados vieron cómo flexibilizó la postura, singularmente firme, de la Iglesia católica en temas relacionados con el matrimonio y la familia.
Por un lado, condenó el aborto, equiparándolo a "contratar a un sicario", y denunció la ideología de género; pero en más de una ocasión, dio un inquietante visto bueno a ministerios que buscaban cambiar la doctrina de la Iglesia sobre el "matrimonio" homosexual y el transgenerismo, como el del padre James Martin.
La gestión del papa Francisco de los abusos sexuales clericales también estuvo marcada por preocupantes contradicciones. Por un lado, estableció procedimientos más claros para investigar los abusos y responsabilizar a los obispos, y condenó públicamente la cultura de encubrimiento que protegía a los abusadores. Sin embargo, por otro lado, sus acciones en casos de alto perfil como los del padre Marko Rupnik y el obispo Gustavo Zanchetta plantearon serias dudas sobre su coherencia e imparcialidad.
Quizás más que cualquier otro pontífice antes que él, el papa Francisco vivió todo su papado en la “casa de cristal” de las redes sociales modernas. Cada homilía, cada comentario improvisado e incluso cada documento cuidadosamente elaborado fue analizado instantáneamente por millones de personas, sin importar las divisiones ideológicas, religiosas y nacionales. Sin embargo, a menudo fue su informalidad en la comunicación que diluyó la claridad, permitiendo que ideólogos de todo el espectro usaran sus palabras como armas.
En las cámaras de resonancia de internet, a menudo se le presentaba simultáneamente como un reformador y un traidor, un profeta y un populista, un revolucionario y un regresivo. La velocidad con la que se formaron las opiniones en torno a su liderazgo fue sin precedentes, y en ocasiones poco caritativa.
En sus numerosas entrevistas y conferencias de prensa —muchas de las cuales requirieron seguimientos o aclaraciones— es evidente que se percibía a sí mismo como un papa que se encontraba en la encrucijada de la historia, en medio del ruido de narrativas contradictorias.
En muchos sentidos, su legado estará tan dividido como su papado: para sus partidarios, será el "Papa de las Periferias"; Para sus críticos, el Papa de la Ambigüedad, dejando tras de sí una estela de confusión e incluso división que su sucesor en el papado tendrá que afrontar.
Francisco nos recordó que el Papa es a la vez hombre y signo: frágil, imperfecto y amado. Ahora oramos no solo por su alma, sino por la Iglesia que deja atrás: herida en algunos lugares y siempre necesitada de pastores que hablen con su ternura, pero también con la necesaria claridad de la verdad.
Yo pienso que son muchas las cosas buenas en su pontificado. Ha marcado un antes y un después. Pienso que fue incomprendido porque trató de volver al Jesús que nos presentan los Evangelios, cercano a todos, todos, todos...
"Ambigüedad", es la palabra que mejor define el pontificado que acaba de terminar.