El grave error de Israel
El ataque a la iglesia la Sagrada Familia en Gaza socava los argumentos israelíes para continuar con la guerra
El P. Romanelli, herido, ayuda a algunas de las víctimas del ataque israelí (Crédito: captura de video original de AFP)
El ataque salvaje, casi satánico de los terroristas islámicos de Hamas contra Israel el 7 de octubre de 2023 no solo horrorizó al mundo por su animal crueldad, sino que obtuvo para Israel la simpatía mundial y el apoyo para tomar acciones destinadas a erradicar al grupo terrorista palestino.
Pero en medio de la larga y devastadora campaña militar de Israel en Gaza, un nuevo episodio podría marcar un antes y un después en la percepción internacional del conflicto: el bombardeo de la única parroquia católica de la Franja de Gaza, la Iglesia de la Sagrada Familia. La magnitud del error —calificado de “accidental” por el ejército israelí— va mucho más allá de los daños materiales. Es un desastre moral, político y diplomático.
El ataque, en detalle
Según la detallada nota distribuida originalmente en inglés por la agencia Associated Press desde Deir al-Balah, este jueves 17 de julio un proyectil israelí impactó directamente en el recinto de la iglesia católica. Murieron tres personas: una anciana de 84 años que recibía atención psicosocial, el conserje de la parroquia de 60 años, y una tercera víctima aún no identificada.
Otras diez personas resultaron heridas, incluyendo el párroco, el P. Gabriel Romanelli, un heroico sacerdote argentino del Instituto del Verbo Encarnado, muy conocido por sus frecuentes comunicaciones con el difunto Papa Francisco. El Papa fallecido en abril, había mantenido contacto regular con Romanelli, en particular durante los últimos 18 meses de su vida, cuando se preocupaba constantemente por la situación humanitaria en Gaza.
El impacto no solo provocó muerte y destrucción: hirió el corazón de una comunidad ya golpeada y sitiada. El recinto de la parroquia no era un mero lugar de culto, sino un refugio para centenares de desplazados —más de 600 personas, incluidos muchos niños y personas con discapacidad— según informaron tanto el Patriarcado Ortodoxo Griego como Cáritas Jerusalén. El lugar sagrado había resistido ataques anteriores, y era una especie de oasis frágil en medio de la devastación.
Las declaraciones de testigos recogidas por AP son desgarradoras.
“Nos atacaron en la iglesia cuando todos los presentes eran ancianos, personas inocentes y niños”, declaró Shady Abu Dawood, cuya madre resultó herida por metralla en la cabeza. “Amamos la paz y la exigimos, y esta es una acción brutal e injustificada de la ocupación israelí”.
El ejército israelí, muy tarde y con muy poco, ofreció magras declaraciones difundidas por The Times of Israel, reconociendo que “fragmentos de un proyectil de tanque” habrían impactado la iglesia por error durante una operación en la ciudad de Gaza. Prometieron una investigación, como en tantas otras ocasiones. La línea oficial, repetida casi como un estribillo, sostiene que
“las FDI solo atacan objetivos militares y hacen todos los esfuerzos posibles para mitigar los daños a civiles y estructuras religiosas, y lamentan cualquier daño involuntario”.
Pero la acumulación de “errores” ya ha superado cualquier umbral de credibilidad. En este caso, no solo fue alcanzado un edificio religioso: fue atacado un símbolo. Un refugio donde coexistían cristianos y musulmanes en medio del horror. Una iglesia que, hasta el jueves, había logrado mantenerse en pie como signo de esperanza.
De la tristeza a la furia
La magnitud de la reacción internacional refleja la gravedad del incidente. El Papa León XIV emitió un fuerte telegrama de condolencias, expresando su “profunda tristeza” por el ataque, su “cercanía espiritual” con el padre Romanelli y con toda la comunidad parroquial, y renovó su llamado urgente a un alto el fuego inmediato. Pero más allá del gesto pastoral, el mensaje del Papa tiene un claro contenido diplomático: un llamado a detener una espiral de violencia que ya ha rebasado todas las líneas rojas.
Inesperadamente fuerte fue también la reacción de Donald Trump, indiscutido aliado de Israel. Según la Casa Blanca, Trump telefoneó directamente al primer ministro Benjamin Netanyahu para expresarle su “frustración” por el ataque.
La palabra no es menor. Que el principal aliado político de Israel en la escena internacional haya decidido alzar la voz revela un quiebre en la paciencia de quienes, hasta ahora, se limitaban a justificar cualquier acción israelí bajo el paraguas de la “autodefensa”.
La primera ministra italiana Giorgia Meloni también fue categórica:
“Los ataques contra la población civil que Israel lleva meses realizando son inaceptables”.
¿Se desploma la histórica simpatía?
Durante unos días, Israel había logrado un giro narrativo con el ataque a instalaciones nucleares iraníes, que desvió brevemente la atención mediática internacional. Incluso algunos gobiernos críticos suavizaron el tono, invocando el derecho de Israel a neutralizar amenazas estratégicas.
Pero el bombardeo a la Iglesia de Gaza ha hecho retroceder a Tel Aviv en el tablero diplomático. No solo ha escandalizado al mundo cristiano: ha revitalizado las críticas de las organizaciones humanitarias, ha envalentonado a quienes acusan a Israel de crímenes de guerra y ha arrojado dudas renovadas sobre el criterio con que se toman decisiones militares sobre el terreno.
Y mientras las negociaciones indirectas entre Israel y Hamas para alcanzar un alto el fuego están estancadas, la percepción global es que Israel actúa con una impunidad creciente. Y eso, a la larga, erosiona no solo su imagen sino su legitimidad estratégica.
¿Un accidente?
El ejército israelí asegura que el impacto fue un “accidente”, producto de “fragmentos” de un proyectil disparado en las cercanías. Es sabido que la cobarde y vil estrategia de Hamas es la de confundirse y operar desde lugares de alto valor humanitario: sedes de la ONU, hospitales, mezquitas, escuelas y centros altamente poblados.
Pero la teoría del “accidente” plantea más preguntas que respuestas. ¿Qué tipo de operación militar justifica el uso de proyectiles de tanque en una zona no solo densa, residencial, repleta de civiles desplazados y de alto valor simbólico para el mundo occidental? ¿Qué valor de inteligencia puede tener un blanco tan cerca de un hospital y de una iglesia que llevan semanas llenas de refugiados?
El precio de ignorar los símbolos
Israel puede decir que “lamenta lo ocurrido”. Pero hay algo que no se puede reparar con palabras: la confianza quebrada. La Iglesia de la Sagrada Familia era más que un edificio; era uno de los últimos vínculos tangibles entre la comunidad cristiana global y el drama palestino. Era un símbolo de resistencia humanitaria, de diálogo interreligioso, de dignidad en medio de la ruina.
Destruir un símbolo, aunque sea por error, tiene consecuencias que superan el ámbito militar. Este ataque ha abierto una herida profunda en el alma del mundo cristiano. Y ha puesto en jaque la narrativa que justifica toda acción militar en nombre de la seguridad.
Después de este episodio, Israel no puede esconderse tras el antisemitismo, que es trágico y real. Pero en este caso, es imposible ignorar que aunque haya sido un “error lamentable” fue un “error” perfectamente evitable, innecesario… y altamente costoso internacionalmente.
El Cardenal Pizzaballa
Con su reconocida sensibilidad pastoral, el Patriarca Latino de Jerusalén, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa, inmediatamente publicó un comunicado breve y elocuente:
El Patriarcado Latino condena enérgicamente esta tragedia y este ataque contra civiles inocentes y un lugar sagrado. Sin embargo, esta tragedia no es mayor ni más terrible que las muchas otras que han azotado Gaza. Muchos otros civiles inocentes también han resultado heridos, desplazados y asesinados. La muerte, el sufrimiento y la destrucción están por todas partes.
Ha llegado el momento de que los líderes alcen la voz y hagan todo lo necesario para detener esta tragedia, humana y moralmente injustificada.
Esta horrible guerra debe terminar por completo para que podamos comenzar la larga labor de restaurar la dignidad humana.
Abrazamos a todos los que se encuentran en el complejo y los acompañamos en este momento doloroso, mientras entierran a miembros de la comunidad. Expresamos nuestra gratitud a todos los que comparten sus condolencias y solidaridad con el Patriarcado y la Iglesia.